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1. Pedir ayuda a su autor

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Pasos para entender la Biblia

1. Pedir ayuda a su autor

“Tiempo atrás solía leer la Biblia antes de acostarme —cuenta Ninfa, quien vive en Italia—. Sabía que era un libro inspirado por Dios y quería averiguar lo que él había dejado escrito. Así que, aunque no me gustaba la lectura, me propuse leerla entera. Empecé bien, pero cuando llegué a unos pasajes que me resultaron difíciles, me desanimé y la dejé.”

ESTE no es un caso raro: a muchas personas les ha pasado lo mismo que a Ninfa. No obstante, en el artículo anterior vimos que el autor de la Biblia, Jehová Dios, quiere que todos la entendamos. ¿Cómo podemos lograrlo? Para empezar, hay que pedirle ayuda a él.

Veamos el ejemplo de los apóstoles de Jesús. Ellos no habían ido a las escuelas rabínicas a recibir formación religiosa, por lo que algunos los consideraban “iletrados y del vulgo” (Hechos 4:13). Sin embargo, eso no les impidió comprender la Palabra de Dios. ¿Cómo lo sabemos? Porque Jesús les aseguró: “El ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese les enseñará todas las cosas” (Juan 14:26). Ese espíritu santo es la fuerza activa con la que Dios creó la vida y el planeta Tierra (Génesis 1:2). Es la misma fuerza que utilizó para transmitir sus ideas a los 40 hombres que escribieron la Biblia (2 Pedro 1:20, 21). Pues bien, ese es el espíritu que Dios ofrece a cualquiera que desee entender su Palabra.

Y para que nos dé su espíritu santo, debemos pedírselo con fe. Es más, tal vez tengamos que hacerlo repetidas veces. “Sigan pidiendo, y se les dará”, aconsejó Jesús. Y luego añadió: “Si ustedes [...] saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará el Padre en el cielo espíritu santo a los que le piden!” (Lucas 11:9, 13). Está claro, pues, que Jehová no va a negar su espíritu santo a quienes se lo pidan de corazón. ¿Y cómo nos ayudará esta fuerza activa? Primero, nos permitirá captar mejor el mensaje de la Biblia escrito hace miles de años. Y segundo, nos dará la sabiduría necesaria para poner en práctica sus valiosos consejos (Hebreos 4:12; Santiago 1:5, 6).

De modo que, cada vez que se ponga a leer la Biblia, ore a Dios para pedirle que su espíritu santo le ayude a entenderla.