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Consejos para las familias

La importancia de cultivar la espiritualidad juntos

La importancia de cultivar la espiritualidad juntos

Enrique: * “Desde que nos casamos, me propuse que Liliana y yo estudiáramos juntos la Biblia. Quería que ella se concentrara, pero parecía no poder quedarse quieta durante mucho tiempo. Y cada vez que le preguntaba algo, ella me respondía con un sí o un no. Para mí, esa no era la mejor forma de contribuir a nuestra sesión de estudio”.

Liliana: “Tenía 18 años cuando Enrique y yo nos casamos. Al principio solíamos estudiar juntos, pero él siempre acababa señalándome mis faltas y diciéndome cómo podía ser mejor esposa. Eso me dolía y me desanimaba mucho”.

¿CUÁL cree usted que era el problema de Enrique y Liliana? Sus motivos eran buenos. Ambos amaban a Dios y comprendían la necesidad de estudiar la Biblia juntos. Con todo, algo que supuestamente debía unirlos estaba teniendo el efecto contrario. Estudiaban juntos, pero no cultivaban su espiritualidad juntos.

Ahora bien, ¿qué entendemos por espiritualidad? ¿Por qué deben cultivarla juntos los cónyuges? Todavía más, ¿qué obstáculos pudieran impedírselo? ¿Hay algún modo de superarlos?

Qué es la espiritualidad

En la Biblia, la espiritualidad alude a una actitud ante la vida (Judas 18, 19). El escritor bíblico Pablo establece una clara diferencia entre la persona espiritual y la persona carnal. Según Pablo, la persona con tendencias carnales se preocupa sobre todo por sí misma. Hace lo que ella piensa que está bien y no se preocupa por seguir las normas divinas (1 Corintios 2:14; Gálatas 5:19, 20).

La persona espiritual, en cambio, reconoce el valor de las normas de Dios. Considera a Jehová su amigo y se esfuerza por imitar su manera de ser (Efesios 5:1). De ahí que trate a los demás con cariño, amabilidad y calma (Éxodo 34:6). Obedece a Dios hasta cuando no le conviene (Salmo 15:1, 4). Darío, que vive en Canadá y lleva treinta y cinco años casado, lo explica así: “A mi entender, la persona espiritual siempre piensa en cómo repercutirá en su amistad con Dios lo que dice y hace”. Su esposa, Julia, añade: “Creo que una mujer espiritual se esfuerza día a día para que su personalidad refleje el fruto del espíritu de Dios” (Gálatas 5:22, 23).

Claro, no hay que esperar a estar casado para cultivar esa actitud espiritual. La Biblia indica que todos y cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de conocer a Dios e imitarlo (Hechos 17:26, 27).

Por qué cultivar la espiritualidad juntos

Si cada cual es responsable de cultivar su propia espiritualidad, ¿por qué deberían los cónyuges cultivarla juntos? Imagínese que dos personas comparten un huerto. Una quiere hacer la siembra en determinada época del año, y la otra cree que es mejor retrasarla un poco. Una quiere abonar la tierra, pero la otra cree que no es necesario y se opone. Una quiere trabajar sin descanso día tras día, mientras que la otra prefiere cruzarse de brazos y esperar a ver qué sale. Es posible que el huerto produzca algún fruto, pero podría dar más si las dos personas se pusieran de acuerdo en lo que quieren y trabajaran juntas para conseguirlo.

En el caso de los cónyuges pasa algo parecido. Su relación puede mejorar si uno de los dos cultiva su espiritualidad (1 Pedro 3:1, 2). Pero mejoraría mucho más si ambos decidieran seguir las normas divinas y se apoyaran el uno al otro sirviendo juntos a Dios. Como explicó el sabio rey Salomón, “mejores son dos que uno”. ¿Por qué? “Porque tienen buen galardón por su duro trabajo”, y “si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio” (Eclesiastés 4:9, 10).

Seguro que usted y su cónyuge quieren cultivar juntos su espiritualidad. Pero al igual que ocurre con un huerto, hace falta trabajar duro para conseguir buenos resultados. Veamos dos obstáculos que pueden surgir y cómo superarlos.

PRIMER OBSTÁCULO: “No encontramos el momento”.

“Mi esposo me recoge a la salida del trabajo a las siete de la tarde —explica una recién casada llamada Susy—. Cuando llegamos a casa, está todo sin hacer. Nos cuesta mucho decidirnos: la mente nos dice que tenemos que dedicar tiempo a estudiar la Biblia juntos, pero el cuerpo nos dice que no puede más y que necesita descansar.”

Algo que puede ayudar: Sean adaptables y busquen formas de ayudarse. Susy cuenta lo que han hecho ella y su esposo: “Eduardo y yo hemos decidido levantarnos un poco más temprano y así leer y analizar juntos un pasaje bíblico antes de ir a trabajar. Además, él me ayuda con algunas tareas para que tengamos más tiempo”. ¿Ha tenido buenos resultados este esfuerzo extra? Eduardo dice: “Me he dado cuenta de que si Susy y yo analizamos juntos temas espirituales con regularidad, nos resulta más fácil enfrentarnos a los problemas y aliviar nuestras preocupaciones”.

¿Qué tal si, además de conversar sobre temas espirituales, dedican unos minutos al día a orar juntos? Esto es fundamental, y les beneficiará mucho. “Hace algún tiempo —cuenta Ramón, quien lleva dieciséis años casado—, mi esposa y yo pasamos una racha difícil en nuestra relación. Sin embargo, decidimos orar juntos todas las noches para contarle a Dios nuestras preocupaciones. Eso nos ayudó a resolver nuestras diferencias y a recuperar la alegría en nuestro matrimonio.”

¿POR QUÉ NO INTENTAN ESTO? Dediquen unos cuantos minutos al final del día a comentar las cosas buenas que les ocurrieron y por las que pueden dar gracias a Dios. Analicen también para qué problemas en particular necesitan la guía divina. Eso sí, no utilicen estas conversaciones para echarle en cara al otro sus errores. Y cuando oren juntos, pidan ayuda solo para aquello en lo que ambos deban mejorar. Claro, al día siguiente deben demostrar con sus actos que de veras quieren cambiar.

SEGUNDO OBSTÁCULO: “Tenemos capacidades diferentes”.

“Nunca fui de los que disfrutaban leyendo un libro”, confiesa Tony. En cambio, a su esposa, Natalia, le pasa todo lo contrario. “Me encanta leer y comentar lo que he aprendido. A veces pienso que intimido a Tony cuando analizamos cuestiones bíblicas.”

Algo que puede ayudar: En vez de criticarse o fomentar la competencia, apóyense el uno al otro. Fíjense en las habilidades de su cónyuge y felicítenlo por ellas. Tony explica: “Admito que el entusiasmo de mi esposa por los temas bíblicos a veces es un poco abrumador y que, por eso, me costaba estudiar con ella. Sin embargo, Natalia es muy comprensiva. Ahora analizamos juntos temas espirituales con regularidad, y me he dado cuenta de que no tengo nada que temer. De hecho, me gusta hablar de esos temas con ella. Estas conversaciones han contribuido a que nuestra relación sea más tranquila y pacífica”.

Numerosos matrimonios se han dado cuenta de que su relación marcha mucho mejor cuando dedican tiempo todas las semanas a leer y analizar la Biblia juntos. Una advertencia: céntrese en lo que usted, y no su cónyuge, debe mejorar (Gálatas 6:4). Si hay asuntos espinosos que resolver, no los hable durante su estudio de la Biblia. Mejor déjelos para otra ocasión. ¿Sabe por qué?

Imagínese que usted está comiendo con su familia. ¿Elegiría ese momento para curarse una herida infectada? Seguro que no, ya que sabe que les echaría a perder el apetito a los demás. Pues Jesús asemejó el proceso de aprender de Dios y hacer su voluntad a la acción de comer (Mateo 4:4; Juan 4:34). Así que si usted se pusiera a “curar” heridas emocionales cada vez que abre la Biblia, solo conseguiría hacerle perder el apetito espiritual a su cónyuge. Es cierto, hay problemas de los que es necesario hablar. Pero es mejor planificar otro momento para eso (Proverbios 10:19; 15:23).

¿POR QUÉ NO INTENTAN ESTO? Escriban las cualidades que más valoran de su cónyuge. Y la próxima vez que traten esas cualidades en su estudio de la Biblia, aprovechen para decirle lo mucho que agradecen que él o ella sea así.

Recogemos lo que sembramos

Si los cónyuges cultivan su espiritualidad juntos, recogerán el mejor de los frutos: un matrimonio más pacífico y placentero. La Palabra de Dios asegura que “cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará” (Gálatas 6:7).

Enrique y Liliana, citados al comienzo del artículo, aprendieron lo cierto de este principio bíblico. Llevan cuarenta y cinco años casados, y saben que la constancia da resultado. “Solía achacarle a mi esposa nuestra falta de comunicación —cuenta Enrique⁠—. Pero con el tiempo comprendí que yo también tenía que poner de mi parte.” Liliana explica: “Lo que más nos ayudó en los momentos difíciles fue el amor que ambos sentimos por Jehová Dios. Durante todos estos años hemos estudiado y orado juntos de forma regular. Y cuando veo cómo se esfuerza Enrique por cultivar cualidades cristianas, me resulta más fácil amarlo”.

^ párr. 3 Se han cambiado los nombres.

PREGUNTAS PARA PENSAR

  • ¿Cuándo fue la última vez que mi cónyuge y yo oramos juntos?

  • ¿Hay algo que yo pueda hacer para que mi cónyuge esté más dispuesto a analizar temas espirituales conmigo?