Acérquese a Dios
Jehová odia las injusticias
“EL HOMBRE domina sobre el hombre para su mal” (Eclesiastés 8:9, Serafín de Ausejo, 1975). Estas palabras, que se registraron hace unos tres mil años, son un vivo reflejo del mundo actual. Por lo general, basta que el ser humano tenga un poco de poder para que abuse de él. Esto se cumple sin importar de quién se trate ni dónde viva. Por desgracia, las víctimas suelen ser los más débiles y desfavorecidos. ¿Qué siente Jehová al respecto? El profeta Ezequiel nos da la respuesta. (Lea Ezequiel 22:6, 7, 31.)
La Ley que Dios dio a Israel decía que nadie debía abusar de su autoridad. De hecho, el pueblo solo contaría con la bendición divina si trataba a los pobres y humildes con bondad y consideración (Deuteronomio 27:19; 28:15, 45). Pero en los días de Ezequiel, los jefes de las tribus que vivían en Jerusalén y Judá se aprovechaban cruelmente de su poder. ¿Qué hacían?
Usaban “su brazo con el fin de derramar sangre” (versículo 6). En este contexto, el “brazo” representa poder y autoridad. Por eso, otra traducción de la Biblia dice: “Los príncipes de Israel se valen de su poder sólo para derramar sangre”. ¡Qué injusto! Quienes supuestamente debían fomentar y mantener el orden y la justicia no hacían más que llevarse por delante las vidas de personas inocentes.
Parece que el profeta no solo denuncia a los líderes de la nación, sino también a cuantos se unieron a ellos en su conducta desobediente, pues continúa diciendo: “A padre y madre los han tratado con desprecio” (versículo 7). Al no mostrar el debido respeto a los padres, el pueblo estaba haciendo trizas la unidad básica de la nación: la familia (Éxodo 20:12).
Esos israelitas explotaban a los más vulnerables. Cada vez que desobedecían a Dios, menospreciaban el verdadero espíritu de la Ley: tratar a los demás con amor. Por ejemplo, la Ley exigía que debían ser considerados con los inmigrantes (Éxodo 22:21; 23:9; Levítico 19:33, 34). Pero hacían todo lo contrario; los trataban mal, “con defraudación” (versículo 7).
También maltrataban “al huérfano de padre y a la viuda” (versículo 7). Jehová está muy pendiente de quienes sufren la pérdida de un padre o un cónyuge. Por eso había prometido darles su merecido a los que les causaran aflicción (Éxodo 22:22-24).
Esta fue solo una de las maneras en que los israelitas del tiempo de Ezequiel violaban las leyes divinas y pasaban por alto el amor en que se basaban. ¿Se quedaría Jehová de brazos cruzados? Claro que no. Él aseguró: “Derramaré mi denunciación [o ira] sobre ellos” (versículo 31). Y así fue, los babilonios invadieron Jerusalén en el año 607 antes de nuestra era y se llevaron cautivos a sus habitantes.
De este relato extraemos dos lecciones: por un lado, que Jehová odia las injusticias, y por otro, que siente compasión por quienes las sufren. Pues bien, Dios no ha cambiado (Malaquías 3:6). Él promete que pronto eliminará tanto las injusticias como a aquellos que las promueven (Proverbios 2:21, 22). ¿No cree que vale la pena aprender más y acercarse a este Dios “amador de la justicia”? (Salmo 37:28.)
Lectura bíblica recomendada para este mes:
[Comentario de la página 27]
La Ley que Dios dio a Israel decía que nadie debía abusar de su autoridad