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¿Es la religión un engaño para sentirse mejor?
Ante las dificultades de la vida, mucha gente busca vías de escape para sentirse mejor. Algunos, por ejemplo, recurren al alcohol. Quizás al principio sientan que tienen más confianza en sí mismos y que les cuesta menos enfrentarse a los problemas. Pero en realidad no están pensando con claridad. Se están engañando y, a la larga, el alcohol los perjudica. ¿Puede decirse lo mismo de la religión, o la fe?
Para muchos, la fe no es más que credulidad. Afirman que la gente religiosa no quiere pasar el trabajo de pensar por sí misma o basar sus creencias en hechos y pruebas. Básicamente dan a entender que todos los que tienen una fe fuerte cierran los ojos al mundo real.
La Biblia, que analiza a fondo el tema de la fe, no nos anima a ser crédulos ni ingenuos. Al contrario, nos exhorta a investigar los asuntos a conciencia. De hecho, califica de inexpertos, o incluso tontos, a quienes creen todo lo que les dicen (Proverbios 14:15, 18). Dar por cierto algo sin haberlo comprobado sería tan absurdo como tirarnos por un barranco solo porque alguien nos diga que lo hagamos.
En lugar de promover una fe ciega, la Biblia nos aconseja mantener los ojos abiertos para que nadie nos engañe (Mateo 16:6). ¿Cómo? Usando nuestra “facultad de raciocinio”, es decir, la capacidad de razonar (Romanos 12:1). La Biblia nos educa para que analicemos los hechos y saquemos conclusiones basándonos en ellos. Basta con ver algunos ejemplos de las cartas del apóstol Pablo.
En su carta a los cristianos de Roma, Pablo los animó a examinar las pruebas de que Dios existe en vez de aceptarlo sin más. Escribió: “Las cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que [los que no reconocen su poder] son inexcusables” (Romanos 1:20). El apóstol usó la misma lógica en su carta a los Hebreos al decir: “Toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios” (Hebreos 3:4). Y cuando escribió a los cristianos de la ciudad de Tesalónica, les advirtió que no se creyeran cualquier cosa. Les dijo: “Asegúrense de todas las cosas” (1 Tesalonicenses 5:21).
La realidad es que la fe religiosa, cuando no se basa en pruebas sólidas, puede ser una trampa que engaña y perjudica a las personas. En tiempos de Pablo hubo gente que cayó en esa trampa. “Doy testimonio —indicó el apóstol— de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto.” (Romanos 10:2.) De ahí la importancia de seguir el consejo que dio a la congregación cristiana de Roma: “Transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12:2). Por tanto, la fe que se fundamenta en un conocimiento exacto de Dios no es un engaño para sentirse mejor, sino un “escudo grande” que nos protege del daño espiritual y emocional (Efesios 6:16).