Silvia, una mujer que trabaja en el campo de la salud, dice: “Fui a la universidad con muchas personas que se consideraban religiosas, pero hacían trampa en los exámenes y se drogaban. La religión no influía para nada en su vida”.

Lionel, por su parte, comenta: “Mis compañeros de trabajo faltan por enfermedad cuando en realidad no están enfermos. Para ellos, la religión es como un mueble que no se usa, solo se luce”.

La religión apenas influye en la moralidad de la gente. Muchos aparentan “ser muy religiosos, pero con sus hechos [niegan] el verdadero poder de la religión” (2 Timoteo 3:5, Dios habla hoy, 1994). Sus líderes religiosos no les han dado un buen ejemplo ni la guía bíblica necesaria para llevar una vida moral. De ahí que la mayoría piense que a Dios no le importa cómo viven su vida.

La Biblia deja ver que Dios tiene sentimientos y que nuestra conducta le importa mucho. Con su rebeldía, los israelitas “lo hacían sentirse herido” (Salmo 78:40). En cambio, hay mucho “gozo en el cielo” siempre que una persona se arrepiente sinceramente y cambia (Lucas 15:7). Cuando uno llega a ver las hermosas cualidades de nuestro Padre celestial, su amor por él aumenta y lo impulsa a amar lo que él ama y a odiar lo que él odia (Amós 5:15).

Los testigos de Jehová “fomentan fuertes vínculos familiares y ayudan a la gente a convertirse en ciudadanos trabajadores y honrados” publicó el periódico The Deseret News, de Salt Lake City (Utah, Estados Unidos). Y añadió: “Sus miembros tienen unas elevadas normas morales. Creen que el tabaco, beber en exceso, las drogas, los juegos de azar, la promiscuidad sexual y la homosexualidad perjudican la espiritualidad”.

¿Cómo ha ayudado a los Testigos el hecho de conocer la personalidad de Dios? “El fraude es común en el campo de la salud —dice Silvia—. Sería fácil dejarse arrastrar. Pero saber cómo ve Jehová * esa práctica me ayuda a evitarla. Puedo decir que soy feliz y siento gran paz interior.” Silvia está convencida de que sus convicciones religiosas han mejorado su vida.