La Biblia les cambió la vida
¿POR QUÉ un polígamo y enemigo de los testigos de Jehová decidió hacerse Testigo? ¿Qué movió a un pastor de la Iglesia Pentecostal a cambiar de creencias? ¿Cómo superó el odio que sentía contra sí misma una mujer traumatizada desde la infancia y se acercó a Dios? ¿Por qué se convirtió en siervo de Dios un fanático del heavy metal? He aquí las respuestas.
“Ahora soy mejor esposo” (RIGOBERT HOUETO)
AÑO DE NACIMIENTO: 1941
PAÍS: BENÍN
OTROS DATOS: POLÍGAMO Y ENEMIGO DE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ
MI PASADO:
Nací en Cotonou, una ciudad grande de Benín. Me educaron en el catolicismo, pero casi nunca iba a misa. Muchos católicos tenían varias mujeres, pues la poligamia era legal en aquel entonces. De hecho, yo llegué a tener cuatro esposas.
En 1970 estalló una revolución en Benín. Convencido de que sería para el bien de mi país, me entregué totalmente a ella y me involucré en la política. Los revolucionarios veían con malos ojos a los testigos de Jehová porque eran neutrales, y yo participé en su persecución. El día que sus misioneros fueron expulsados del país en 1976 pensé que jamás volverían.
CÓMO LA BIBLIA CAMBIÓ MI VIDA:
La revolución concluyó en 1990, y me sorprendió que los misioneros Testigos no tardaran en volver. Comencé a pensar que quizás Dios estaba con ellos. Por aquellas fechas cambié de empleo. Uno de mis compañeros era Testigo, y pronto me habló de su fe. Me leyó versículos de la Biblia que definen a Jehová como un Dios de justicia y amor (Deuteronomio 32:4; 1 Juan 4:8). Aquellas cualidades me atrajeron, y como quería saber más, acepté un curso bíblico.
Asistí enseguida a las reuniones de los testigos de Jehová y me impresionó su amor sincero: no hacían distinciones raciales ni sociales. Cuanto más me relacionaba con ellos, más claro veía que eran los verdaderos discípulos de Jesús (Juan 13:35).
Comprendí que si quería servir a Jehová, tenía que abandonar la Iglesia Católica. Reconozco que fue una decisión difícil, pues me preocupaba mucho el qué dirán. Aunque me tomó tiempo, con la ayuda de Jehová me armé de valor y renuncié a la Iglesia.
Todavía me quedaba otro gran cambio que hacer. En la Biblia aprendí que Dios no acepta la poligamia (Génesis 2:18-24; Mateo 19:4-6). A sus ojos, solo mi primer matrimonio era válido, de modo que lo legalicé. Al resto de mis esposas tuve que despedirlas de la casa, pero me encargué de que sus necesidades materiales quedaran cubiertas. Con el tiempo, dos de ellas se hicieron testigos de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:
Aunque mi esposa sigue siendo católica, respeta mi decisión de servir a Jehová, y coincidimos en que ahora soy mejor esposo.
En el pasado creía que mediante la política podría mejorar la sociedad donde vivía, pero no fue así. Ahora sé que el Reino de Dios es la única solución a los problemas del mundo (Mateo 6:9, 10). Le agradezco a Jehová que me haya enseñado a llevar una vida que me produce verdadera felicidad.
“Me costó hacer los cambios necesarios” (ALEX LEMOS SILVA)
AÑO DE NACIMIENTO: 1977
PAÍS: BRASIL
OTROS DATOS: PASTOR PENTECOSTAL
MI PASADO:
Me crié en los suburbios de Itu —una ciudad del estado de São Paulo—, famosos por su alta criminalidad.
Era inmoral y violento en extremo, además de que traficaba con drogas. Pero me di cuenta de que aquella vida me llevaría a la cárcel o a la tumba, así que lo dejé todo. Fue entonces cuando me uní a la Iglesia Pentecostal, de la que llegué a ser pastor.
Pensaba que a través de la Iglesia podría servir a la comunidad, y por eso comencé a emitir un programa religioso por la radio que me hizo popular en la zona. Sin embargo, poco a poco me di cuenta de que la Iglesia en general no se preocupaba del bienestar de sus feligreses, y mucho menos de honrar a Dios. Lo único que parecía importarle era recaudar dinero. Así que decidí abandonarla.
CÓMO LA BIBLIA CAMBIÓ MI VIDA:
En cuanto empecé un curso bíblico con los testigos de Jehová, percibí que eran diferentes de otras religiones. Me impresionaron dos cosas. Primero, que no se limitan a hablar del amor a Dios y al prójimo, sino que lo demuestran, y segundo, que no participan ni en la política ni en las guerras (Isaías 2:4). Estos dos aspectos me convencieron de que había encontrado la religión verdadera: el camino estrecho que conduce a la vida eterna (Mateo 7:13, 14).
Entendí que para agradar a Dios tendría que hacer cambios drásticos. Por ejemplo, debía ser más humilde y dedicar más tiempo a mi familia. Me costó hacer los cambios necesarios, pero lo logré con el apoyo de Jehová. Mi esposa —que había comenzado a estudiar antes que yo— quedó gratamente sorprendida y se animó a progresar más rápido. Al poco tiempo decidimos que nos haríamos testigos de Jehová. De hecho, nos bautizamos el mismo día.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:
Mi esposa y yo disfrutamos de ayudar a nuestros tres hijos a cultivar una buena amistad con Jehová. Somos una familia feliz. Le agradezco a Dios que me haya atraído a la verdad de su Palabra. La Biblia cambia la vida de la gente, y yo soy prueba de ello.
“Me siento limpia, viva y en paz” (VICTORIA TONG)
AÑO DE NACIMIENTO: 1957
PAÍS: AUSTRALIA
OTROS DATOS: INFANCIA DESDICHADA
MI PASADO:
Soy la mayor de siete hermanos y me crié en Newcastle (Nueva Gales del Sur). Mi padre era un hombre violento y alcohólico. Mi madre también era violenta, y me maltrataba tanto verbal como físicamente. Todos los días me decía que era mala y que acabaría en el infierno. Aquellas amenazas me hacían temblar de miedo.
Con frecuencia, mi madre me causaba heridas que me impedían ir a la escuela. A los 11 años de edad, las autoridades les quitaron a mis padres mi custodia y se hicieron cargo de mí. Luego me internaron en un convento, de donde huí al cumplir los 14. Como no quería volver a casa, las calles de Kings Cross (un barrio de Sydney) se convirtieron en mi hogar.
Mientras vivía en las calles, caí en las drogas, el alcohol, la pornografía y la prostitución. Una vez me llevé un susto tremendo. Me estaba quedando en el apartamento del dueño de un club nocturno, cuando una noche recibió la visita de dos hombres. Él me mandó al dormitorio, pero así y todo pude escuchar su conversación. Planeaba venderme a los dos hombres, quienes iban a esconderme en un barco y llevarme a Japón para que trabajara en un bar. Presa del pánico, salté por el balcón y corrí en busca de ayuda.
Me topé con un hombre que estaba visitando la ciudad y le expliqué la situación, con la esperanza de que me diera dinero. En vez de eso, me invitó a que fuera a su alojamiento para ducharme y comer algo. El resultado fue que me quedé con él, y un año después nos casamos.
CÓMO LA BIBLIA CAMBIÓ MI VIDA:
Al ir estudiando la Biblia con los testigos de Jehová, experimenté sentimientos muy variados. Me indigné mucho cuando supe que Satanás es el causante de la maldad; siempre me habían dicho que era Dios quien nos hacía sufrir. Pero al mismo tiempo me sentí muy aliviada al aprender que Dios no nos castiga en el infierno, una enseñanza que me había aterrorizado desde pequeñita.
Me impresionó ver que los Testigos permiten que la Biblia influya en sus decisiones, es decir, viven su fe. Yo era una persona difícil, pero sin importar lo que dijera o hiciera, ellos me trataban con cariño y respeto.
Lo que más me costó fue superar mis pensamientos negativos. Me consideraba una inútil y sentía un auténtico odio contra mí misma. Estos sentimientos siguieron atormentándome incluso mucho tiempo después de bautizarme como testigo de Jehová. Sabía que amaba a Dios, pero estaba convencida de que él nunca podría amar a alguien como yo.
Todo cambió unos quince años después de mi bautismo. En un discurso pronunciado en el Salón del Reino de los Testigos de Jehová, el orador se remitió a Santiago 1:23 y 24. Estos versículos comparan la Palabra de Dios a un espejo en el que podemos vernos como Jehová nos ve. Comencé a preguntarme si lo que yo veía de mí era distinto de lo que veía él. Al principio me resistí a aceptar tal idea, pues aún pensaba que no merecía su amor.
Unos cuantos días después leí un texto bíblico que cambió mi vida. Fue Isaías 1:18, que recoge las siguientes palabras de Jehová: “Vengan, pues, y enderecemos los asuntos entre nosotros [...]. Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve”. Me pareció que Jehová me estaba hablando a mí, diciendo: “Ven, Vicky, vamos a arreglar los asuntos. Te conozco, conozco tus pecados, conozco tu corazón, y, sin embargo, te amo”.
Aquella noche no pude dormir. Aún dudaba de que Dios me amara, pero comencé a meditar en el sacrificio de Jesús. De pronto caí en la cuenta de que Jehová había sido muy paciente conmigo durante mucho tiempo, y comprendí que me había demostrado su amor de muchas maneras. Con todo, era como si yo le hubiera estado diciendo: “Tu amor no puede alcanzarme. El sacrificio de tu Hijo no basta para perdonar mis pecados”. En realidad, había estado despreciando el rescate. Pero ahora, por fin, al meditar en este regalo de Jehová, comencé a sentir que me amaba.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:
Me siento limpia, viva y en paz. Mi matrimonio ha mejorado, y estoy contenta de que con mi experiencia personal pueda ayudar a los demás. Cada día me siento más cerca de Jehová.
“Fue la respuesta a mi oración” (SERGEY BOTANKIN)
AÑO DE NACIMIENTO: 1974
PAÍS: RUSIA
OTROS DATOS: FANÁTICO DEL HEAVY METAL
MI PASADO:
Nací en el seno de una familia pobre en Vótkinsk, el mismo lugar donde nació el célebre compositor Piotr Ilič Chaikovski. Mi padre tenía muy buenas cualidades, pero era alcohólico, de modo que siempre había mucha tensión en casa.
Yo no era muy buen estudiante, y con el paso de los años desarrollé un complejo de inferioridad. Me volví retraído y receloso con todo el mundo, e ir a la escuela se me hacía muy cuesta arriba. Por ejemplo, cuando tenía que presentar un trabajo frente a la clase, era incapaz de explicar conceptos básicos que en otros momentos podía expresar perfectamente. Cuando estaba en secundaria, al final de un año escolar añadieron en mi libreta de notas el siguiente comentario: “Vocabulario limitado; incapaz de expresar sus ideas”. Aquellas palabras me aplastaron y me dejaron con un profundo sentimiento de inutilidad. Entonces empecé a preguntarme qué sentido tenía mi vida.
Durante la adolescencia comencé a beber. Al principio me hacía sentir bien, pero si me excedía, me remordía la conciencia. No le encontraba sentido a la vida. Cada vez estaba más deprimido, y a veces no salía de casa por varios días. Incluso acaricié la idea del suicidio.
Cuando cumplí los 20 años, encontré una válvula de escape: el heavy metal. Sentía que esa música me llenaba de poder, así que me junté con otros roqueros, me dejé crecer el pelo, me agujereé las orejas y me vestí como mis nuevos ídolos. Poco a poco me convertí en una persona temeraria y agresiva, lo que produjo innumerables discusiones con mi familia.
Me estaba convirtiendo en otra persona. Creía que escuchar esa música me haría feliz, pero sucedió justo lo contrario. Y cuando me enteré de algunos asuntos turbios de los artistas que admiraba, me sentí traicionado.
De nuevo contemplé la idea del suicidio, pero esta vez en serio. Lo único que me impidió cometerlo fue pensar en mi madre, quien tanto me amaba y tanto había hecho por mí. Aquello era un suplicio: no quería seguir viviendo, pero tampoco podía quitarme la vida.
Para distraerme, me puse a leer obras clásicas de la literatura rusa. En una de ellas, el protagonista era un ministro religioso. De pronto sentí un deseo ardiente de hacer algo por Dios y por el prójimo. Le abrí mi corazón a Dios —algo que jamás había hecho— y le pedí que me enseñara a llevar una vida con sentido. Durante aquella súplica me invadió una extraña sensación de alivio. Pero más extraño resultó lo que sucedió apenas dos horas después: un testigo de Jehová llamó a mi puerta y me ofreció un curso de la Biblia. Creo que fue la respuesta a mi oración. Aquel día marcó el inicio de una vida nueva y feliz.
CÓMO LA BIBLIA CAMBIÓ MI VIDA:
Aunque fue muy difícil, eché a la basura todas las cosas relacionadas con el heavy metal. Aun así, la música se quedó en mi cabeza mucho tiempo. Siempre que pasaba por un lugar donde se tocaba, me venían recuerdos desagradables. No quería mezclarlos con las cosas buenas que iban arraigándose en mi mente y corazón, así que dejé de pasar por aquellos sitios. Además, cuando me venía la tentación de recordar el pasado, oraba con fervor. Así logré experimentar “la paz de Dios que supera a todo pensamiento” (Filipenses 4:7).
En mi estudio de la Biblia aprendí que los cristianos tienen la obligación de hablar de su fe al prójimo (Mateo 28:19, 20). Yo estaba convencido de que nunca podría hacerlo, pero al mismo tiempo lo que aprendía me daba gran felicidad y paz. Sabía que otras personas también necesitaban aprender la verdad. Por ello, a pesar de mis temores, me animé a conversar con los demás de lo que aprendía. Para mi sorpresa, eso fortaleció mi autoestima y grabó en mi corazón las enseñanzas bíblicas.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:
Ahora estoy felizmente casado y he tenido la dicha de ayudar a varias personas, como mi hermana y mi madre, a descubrir las verdades de la Biblia. Servir a Dios y ayudar al prójimo a conocerlo ha dado auténtico sentido a mi vida.
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