Cuando leemos la Biblia, una manera de buscar perlas espirituales es investigando. Pero ¿qué podemos hacer para que esa investigación nos beneficie al máximo?
Profundicemos en los detalles de lo que leemos. Por ejemplo, ¿quién escribió el pasaje, cuándo lo escribió y a quién iba dirigido? ¿Cuáles eran las circunstancias? ¿Qué ocurrió antes y después?
Pensemos en las lecciones que aprendemos. Busquemos las respuestas a preguntas como estas: “¿Cómo se sintieron las personas que aparecen en el pasaje? ¿Qué cualidades mostraron y por qué debo imitarlas? ¿Qué defectos tuvieron y por qué debo evitarlos?”.
Apliquemos las lecciones. Por ejemplo, al salir a predicar o al tratar con las personas. Así estaremos poniendo en práctica lo que dice Salmo 107:43: “El que es sabio tendrá presentes estas cosas”.
Sugerencia: Fíjese en cómo la sección “Tesoros de la Biblia”, de la reunión de entre semana, se centra en buscar aplicaciones prácticas, e imite ese estilo. Cada semana, esta sección incluye preguntas que podemos hacernos, puntos en los que podemos meditar e imágenes que podemos analizar.