Poco antes de la Pascua del año 32, los apóstoles regresaron de un viaje de predicación. Estaban cansados, así que Jesús se los llevó en una barca a Betsaida para que descansaran. Pero cuando se estaban acercando a la orilla, Jesús vio que miles de personas los habían seguido hasta allí. Él quería estar solo con sus apóstoles, pero de todas formas recibió a la gente con cariño. Curó a los enfermos y empezó a enseñarles muchas cosas. Les estuvo hablando del Reino de Dios todo el día. Al atardecer, los apóstoles le dijeron: “Seguro que la gente tiene hambre. Diles que se vayan para que puedan conseguir algo de comer”.
Pero Jesús respondió: “No hace falta que se vayan. Denles ustedes algo de comer aquí”. Los apóstoles le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a comprar pan para ellos?”. Felipe, uno de los apóstoles, dijo: “Aunque tuviéramos mucho dinero, no podríamos comprar pan para tanta gente”.
Jesús les preguntó: “¿Cuánta comida tenemos?”. Andrés le contestó: “Tenemos cinco panes y dos pescaditos. Pero es muy poco para tantas personas”. Jesús dijo: “Tráiganme los panes y los pescados”. Después, le pidió a la gente que se sentara en la hierba en grupos de 50 y de 100. Entonces tomó los panes y los pescaditos, miró al cielo e hizo una oración. Luego les dio la comida a los apóstoles para que la repartieran a toda la gente. Los 5.000 hombres que estaban allí, y también las mujeres y los niños, comieron hasta quedar satisfechos. Al final, los apóstoles recogieron lo que había sobrado para que no se desperdiciara nada. ¡Llenaron 12 canastas! ¿Verdad que fue un milagro asombroso?
Todos estaban tan impresionados que querían que Jesús fuera su rey. Pero Jehová no quería que fuera rey porque todavía no era el momento, y Jesús lo sabía. Así que despidió a la gente y les dijo a sus apóstoles que se fueran al otro lado del mar de Galilea. Ellos se fueron en la barca, y Jesús subió a una montaña él solo. ¿Por qué? Porque quería tener tiempo para orar a su Padre. Jesús siempre buscaba tiempo para orar aunque estuviera muy ocupado.
“No trabajen por el alimento que se echa a perder, sino por el alimento que dura y da vida eterna, el que les dará el Hijo del Hombre” (Juan 6:27).