Artur, un superintendente de circuito de Armenia, estaba visitando una congregación de testigos de Jehová. Se enteró de que aún no participaban en la predicación pública, que consiste en usar carritos de publicaciones. Para animarlos a predicar con los carritos, Artur y su esposa, Ana, junto con otro Testigo llamado Yiraír colocaron uno de estos carritos en un pequeño pueblo. Eligieron un lugar por donde pasaba mucha gente.
Algunas personas que pasaban por allí mostraron interés y comenzaron a llevarse publicaciones. Pero esta nueva forma de predicar en seguida atrajo la atención de algunos opositores. Dos sacerdotes se acercaron al carrito, y de repente uno de ellos lo volcó de una patada. Después le dio una bofetada a Artur, tirándole sus lentes al suelo. Artur, Ana y Yiraír trataron de calmar a los sacerdotes, pero no lo consiguieron. Los sacerdotes pisotearon el carrito, y las publicaciones acabaron esparcidas por todas partes. Después de insultar y amenazar a los Testigos, se fueron.
Artur, Ana y Yiraír fueron a la policía a presentar una denuncia. Dieron un informe de lo ocurrido y hablaron brevemente de la Biblia con algunos policías y funcionarios de la comisaría. Después los llevaron a la oficina del jefe de policía, que quería conocer los detalles de lo que había pasado. Al enterarse de que Artur, un hombre corpulento, no había devuelto los golpes cuando lo atacaron, el jefe de policía dejó de preguntar sobre el caso y empezó a preguntar sobre las creencias de los Testigos. Tras una conversación de cuatro horas, el oficial estaba tan impresionado que dijo: “¡Qué gran religión, me gustaría unirme a ustedes!”.
Al día siguiente, Artur fue otra vez a predicar con el carrito. Se le acercó un hombre que había visto lo que pasó el día anterior y lo felicitó por mantener la calma y no pelear con los sacerdotes. Añadió que después de lo ocurrido había perdido el respeto por los sacerdotes.
Esa misma noche, el jefe de policía llamó a Artur para que regresara a la comisaría. Pero en vez de hablar sobre el caso le hizo más preguntas sobre la Biblia. Además, otros dos policías estuvieron en la conversación.
Al día siguiente, Artur visitó de nuevo al jefe de policía para enseñarle algunos de nuestros videos sobre la Biblia, y este llamó a otros policías para que también vieran los videos.
La mala conducta de los sacerdotes hizo que muchos policías escucharan el mensaje de la Biblia por primera vez y se quedaran con una buena impresión de los testigos de Jehová.