¡AY, MIRA! ¿Qué está pasando aquí? ¿Se habrá hecho mucho daño el niño que está en el suelo? ¡Mira, uno de los hombres que sale de la casa es Pablo! ¿Puedes ver a Timoteo ahí también? ¿Se habrá caído de la ventana el muchacho?
Sí, eso mismo ha pasado. Pablo estaba dando un discurso a los discípulos aquí en Troas. Él sabía que no los vería de nuevo por mucho tiempo porque tenía que irse en un barco el día siguiente. Así que siguió hablando hasta la medianoche.
Bueno, este muchacho, que se llamaba Eutico, estaba sentado en la ventana, y se quedó dormido. ¡Se cayó por la ventana hasta tres pisos abajo! Así es que puedes ver por qué la gente se ve tan preocupada. Cuando los hombres levantan al niño, ven que ha pasado lo que temen. ¡Está muerto!
Cuando Pablo ve que el niño está muerto, se acuesta sobre él y lo abraza. Entonces dice: ‘No se preocupen. ¡Él está bien!’ ¡Y es verdad! ¡Es un milagro! ¡Pablo lo ha resucitado! Una ola de gozo pasa por la muchedumbre.
Todos suben otra vez y tienen una comida. Pablo sigue hablando hasta que amanece. ¡Pero podemos estar seguros de que Eutico no se duerme otra vez! Entonces Pablo, Timoteo y los que los acompañan suben al barco. ¿Sabes a dónde van ellos?
Pablo está terminando su tercer viaje de predicación. En tan solo la ciudad de Éfeso había pasado tres años en este viaje. Por eso, éste es aún más largo que el segundo.
Después de salir de Troas, el barco se detiene un tiempo en Mileto. Puesto que Éfeso está a pocos kilómetros, Pablo llama a los hombres de más edad de la congregación de Éfeso a Mileto para hablarles por última vez. Después, cuando el barco ya se va, ¡cómo los entristece ver a Pablo irse!
Por fin el barco vuelve a Cesarea. Mientras Pablo se queda aquí en la casa del discípulo Felipe, el profeta Ágabo dice que cuando Pablo llegue a Jerusalén lo pondrán en prisión. Y eso mismo pasa, tal como Ágabo dice. Y tras de dos años de prisión en Cesarea, envían a Pablo a Roma para ser juzgado por César, el gobernante romano. Vamos a ver qué pasa en el viaje a Roma.