Poco después de que el rey Nabucodonosor soñara con la estatua, mandó hacer una estatua enorme de oro. La puso en la llanura de Dura y reunió delante de ella a toda la gente importante del país, incluidos Sadrac, Mesac y Abednego. El rey ordenó: “Cuando oigan el sonido de trompetas, arpas y gaitas, deben inclinarse ante la estatua. Cualquiera que no lo haga será castigado en el horno de fuego”. ¿Qué crees? ¿Se inclinarían los tres hebreos ante aquella estatua? ¿O adorarían solo a Jehová?
Entonces, el rey ordenó que tocaran música. Todos se inclinaron y adoraron la estatua. Pero Sadrac, Mesac y Abednego no la adoraron. Unos hombres se dieron cuenta y le dijeron al rey: “Esos tres hebreos no están adorando tu estatua”. Nabucodonosor mandó llamar a los tres jóvenes y les dijo: “Voy a darles otra oportunidad para que adoren la estatua. Si no lo hacen, los echaré en el horno de fuego. Ningún dios podrá salvarlos de mí”. Ellos le respondieron: “No necesitamos otra oportunidad. Nuestro Dios puede salvarnos. Y, aunque no nos salve, oh, rey, no vamos a adorar la estatua”.
Nabucodonosor se puso muy furioso. Les dijo a sus hombres: “¡Calienten el horno siete veces más de lo normal!”. Luego mandó a sus soldados: “Aten a estos hombres y arrójenlos allí”. El horno estaba tan caliente que los soldados murieron cuando se acercaron a él. Los tres hebreos cayeron en el fuego. Luego, Nabucodonosor se asomó al horno y vio que había cuatro personas caminando dentro, en vez de tres. Se asustó mucho y les preguntó a sus ayudantes: “¿No echamos a tres hombres en el fuego? Veo a cuatro, ¡y uno de ellos parece un ángel!”.
Nabucodonosor se acercó más al horno y gritó: “¡Salgan, siervos del Dios Altísimo!”. Todos se asombraron cuando vieron que Sadrac, Mesac y Abednego salían del fuego y que no les había pasado nada. Ni la piel ni el pelo ni la ropa se les habían quemado, y ni siquiera olían a humo.
Nabucodonosor dijo: “¡El Dios de Sadrac, Mesac y Abednego es impresionante! Envió a su ángel para salvarlos. No hay otro dios como el de ellos”.
Los tres hebreos estaban decididos a ser leales a Jehová, pasara lo que pasara. ¿Quieres ser leal como ellos?
“Adora a Jehová tu Dios y sírvele solo a él” (Mateo 4:10).