Moisés había guiado a la nación de Israel durante muchos años, y ahora su vida estaba a punto de terminar. Jehová le dijo: “Tú no serás la persona que llevará a los israelitas a la Tierra Prometida. Pero voy a dejar que veas la tierra”. Entonces, Moisés le pidió a Jehová que eligiera un nuevo líder para que cuidara del pueblo. Jehová le respondió: “Habla con Josué y dile que él es el escogido”.
Moisés le explicó a la nación que él iba a morir pronto y que Jehová había elegido a Josué para guiarlos a la Tierra Prometida. Entonces Moisés le dijo a Josué: “No tengas miedo. Jehová te va a ayudar”. Poco tiempo después, Moisés subió a lo alto del monte Nebo. Desde allí, Jehová le enseñó la tierra que había prometido a Abrahán, Isaac y Jacob. Moisés tenía 120 años cuando se murió.
Jehová le dijo a Josué: “Cruza el río Jordán y entra en Canaán. Yo te ayudaré, como ayudé a Moisés. No te olvides de leer mi Ley todos los días. No tengas miedo, tienes que ser valiente. Ve y haz todo lo que te he mandado”.
Josué envió dos espías a la ciudad de Jericó. En la siguiente historia, aprenderemos más cosas de lo que pasó allí. Cuando los espías regresaron de Jericó, informaron que era un buen momento para entrar en Canaán. Al día siguiente, Josué le dijo a la nación que levantara el campamento. Primero, envió al río Jordán a los sacerdotes que llevaban el arca del pacto. El río estaba muy lleno, pero, tan pronto como los pies de los sacerdotes tocaron el agua, el río dejó de correr y se secó. Entonces los sacerdotes caminaron por el fondo seco del río. Al llegar a la mitad, se quedaron allí hasta que toda la nación de Israel cruzó a la otra orilla. Cuando vieron este milagro, ¿crees que recordaron lo que Jehová hizo en el mar Rojo?
Después de todos esos años, los israelitas por fin llegaron a la Tierra Prometida. Ahora ya podrían construir casas y ciudades. Podrían cultivar campos, viñedos y huertos. Era una tierra en la que había leche y miel.
“Jehová siempre te guiará y te saciará incluso en tierra reseca” (Isaías 58:11).