MARINA y Jorge son una pareja alegre y feliz.* Tienen un hijo de tres años de edad, un niño saludable y despierto al que cuidan con especial esmero. En el mundo de hoy, esa no es una tarea fácil, dados los múltiples deberes y preocupaciones que entraña. ¡Son tantas las cosas que hay que enseñar a los hijos! Este matrimonio está particularmente preocupado por proteger a su pequeño del abuso sexual. ¿Por qué razón?
“Mi padre era un hombre frío y violento que se emborrachaba con mucha frecuencia —relata Marina—. Me daba unas palizas terribles y abusaba de mí y de mis hermanas.”* Para nadie es un secreto que este tipo de abuso deja hondas cicatrices emocionales. Es lógico, pues, que Marina, al igual que su esposo, esté decidida a proteger a su hijo.
A muchos padres les inquieta la situación, y tal vez usted sea uno de ellos. Es posible que no haya padecido en carne propia esta clase de agresión y sus secuelas como Marina y Jorge, pero seguramente ha oído informes espantosos sobre lo común que es esta aberración. Por todo el mundo, los padres sienten horror al enterarse de lo que les está sucediendo a los niños de su propia comunidad.
No sorprende que cierto especialista en el tema calificara la magnitud del abuso infantil como “uno de los descubrimientos más desmoralizadores de nuestros tiempos”. Malas noticias, sin duda; pero ¿sorprendentes? No para quienes estudian la Biblia. La Palabra de Dios predijo que viviríamos en un período difícil llamado “los últimos días”, un tiempo en que predominaría el comportamiento ‘feroz’ y habría hombres “amadores de sí mismos” y sin “cariño natural” (2 Timoteo 3:1-5).
El abuso sexual es un tema que intimida; de hecho, nos abruma la perversidad de quienes buscan niños para aprovecharse de ellos. Ahora bien, ¿son impotentes los padres ante este problema? ¿O existen medidas preventivas que puedan adoptar? Los siguientes artículos abordarán estas cuestiones.
^ párr. 3 Comete abuso sexual de menores el adulto que utiliza a un niño para satisfacer su apetito carnal. El abuso implica generalmente actos que la Biblia llama fornicación (por·néi·a), entre ellos acariciar los órganos genitales, realizar el coito y practicar el sexo oral o anal. Otros actos abusivos —como acariciar los pechos, hacer proposiciones deshonestas explícitas, mostrar pornografía, gozar espiando a otros (voyerismo) y mostrar los genitales (exhibicionismo)— pueden constituir “conducta relajada” o “inmundicia con avidez”, prácticas condenadas por la Biblia (Gálatas 5:19-21; Efesios 4:19).