LA ORACIÓN. Pocos temas bíblicos despiertan tanto interés en la gente. En esta serie de portada analizaremos siete preguntas habituales sobre la oración y las respuestas que da la Palabra de Dios. Estos artículos persiguen un doble propósito: a quienes todavía no oran, animarlos a empezar, y a quienes ya lo hacen, ayudarlos a mejorar la calidad de sus oraciones.
ES DIFÍCIL encontrar una cultura o una religión en que la gente no ore. Varían los lugares —iglesias, sinagogas, mezquitas, pagodas o santuarios— y los instrumentos —rosarios, devocionarios, iconos, alfombras, tablillas y cilindros de oraciones—, pero en cualquier caso, solos o acompañados, todos oran.
Y es que la oración diferencia a los seres humanos de cualquier otra forma de vida sobre la Tierra. Al igual que los animales, necesitamos comida, agua y oxígeno. También nacemos, crecemos y morimos (Eclesiastés 3:19). No obstante, solo el hombre ora. ¿Por qué?
Porque lo necesitamos. La oración sirve de puente entre las personas y el mundo espiritual; es un modo de entrar en contacto con lo que consideran sagrado y eterno. Según la Biblia, ese interés por lo espiritual forma parte de nuestra naturaleza (Eclesiastés 3:11). Jesús lo expresó así: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3).
Solo esa necesidad espiritual explica la multitud de templos y objetos religiosos que existen y las incontables horas que se dedican a orar. Claro, algunas personas tratan de llenar ese vacío buscando en su interior o recurriendo a otros seres humanos. Sin embargo, ¿no le parece que siempre se quedan cortos los intentos del hombre de satisfacer por sí mismo esa necesidad? Los seres humanos somos frágiles y fugaces, y nuestra visión del mundo es incompleta. Únicamente alguien eterno, más sabio y poderoso, puede darnos lo que precisamos. Pero ¿cuáles son esas necesidades espirituales que nos motivan a orar?
Por ejemplo, ¿se ha enfrentado a cuestiones para las que nadie ha podido darle la guía, los consejos o las respuestas que necesitaba? En momentos difíciles, como al morir un ser querido, al tomar una decisión crucial o al cometer un grave error, ¿ha sentido que no le bastaba el consuelo, la dirección o el perdón que recibió?
Pues bien, la Biblia —la fuente de información más confiable sobre este tema— indica que la oración puede satisfacer estas necesidades. De hecho, contiene multitud de oraciones de hombres y mujeres fieles que pidieron consuelo, dirección y perdón, así como respuestas a preguntas muy profundas (Salmo 23:3; 71:21; Daniel 9:4, 5, 19; Habacuc 1:3).
Todas estas peticiones tenían algo en común. Quienes las hicieron conocían un elemento clave para que fueran escuchadas, un elemento que —consciente o inconscientemente— se suele pasar por alto hoy día: sabían a quién dirigir sus oraciones.