La Biblia les cambió la vida
La Biblia les cambió la vida
“Me trataron con dignidad” (GUADALUPE VILLARREAL)
AÑO DE NACIMIENTO: 1964
PAÍS: MÉXICO
OTROS DATOS: VIDA INMORAL
MI PASADO: Me crié junto con mis seis hermanos en Hermosillo (Sonora, México), una zona donde abunda la pobreza. Mi padre murió cuando yo era pequeño, así que mi madre tuvo que mantener a la familia. Empecé a trabajar desde muy chico para colaborar con los gastos de la casa, pero casi siempre iba descalzo porque no había dinero para comprar zapatos. Al igual que muchas familias, vivíamos apiñados.
Como mi madre pasaba casi todo el día trabajando, no podía protegernos de los extraños. A los seis años caí víctima de un muchacho de 15 que abusó sexualmente de mí, y siguió haciéndolo por mucho tiempo. Una de las consecuencias fue que sufrí una gran confusión sexual. Pensaba que era normal que me atrajeran los hombres. Cuando hablé con médicos y sacerdotes en busca de consejo, me aseguraron que no tenía ningún problema y que mis sentimientos eran normales.
A los catorce años decidí declararme homosexual. Seguí siéndolo durante once años más, incluso llegué a tener varias parejas. Estudié para ser estilista peluquero y abrí un salón de belleza. Con todo, no llevaba una vida feliz, sino de sufrimiento y traiciones. Tenía la sensación de que lo que hacía no estaba bien y me preguntaba si habría gente buena y noble en este mundo.
Me acordé de mi hermana, que se había bautizado como testigo de Jehová tras estudiar un tiempo la Biblia. Ella solía contarme lo que aprendía, pero yo no le hacía caso. Aun así, la admiraba por la vida que llevaba y por su matrimonio. Mi cuñado y ella se trataban con bondad y se amaban y respetaban mutuamente. Pasó el tiempo y comencé a estudiar la Biblia con una Testigo. Al principio lo hacía por compromiso, sin entusiasmo, pero luego cambiaron las cosas.
CÓMO LA BIBLIA CAMBIÓ MI VIDA: Asistí a una reunión de los Testigos y descubrí un mundo diferente. La gente en general se burlaba de mí, pero ellos no. Al contrario, me saludaron amablemente y me trataron con dignidad. Me sentí muy bien.
Aquella primera impresión se confirmó cuando asistí a una asamblea y vi que incluso en grandes reuniones estas personas eran como mi hermana: buenas y sinceras. “¿Serán estas buenas y nobles personas las que ando buscando desde hace tiempo?”, pensé. Su amor y unidad me sorprendía, como también lo hacía el que usaran la Biblia para responder todas las preguntas. Me di cuenta de que la Palabra de Dios era una influencia positiva en sus vidas. Y, por supuesto, reconocí que tendría que cambiar mucho si quería unirme a ellas.
De hecho, tuve que experimentar una completa metamorfosis, porque vivía como si fuera una mujer. Necesitaba cambios radicales en la forma de hablar, los gestos y movimientos, la ropa, el pelo, los amigos, todo. Mis viejas amistades comenzaron a molestarme diciendo: “¿Por qué lo haces? Así estabas bien. No estudies la Biblia. Lo tienes todo”. Abandonar las prácticas inmorales fue lo más difícil.
Las palabras bíblicas recogidas en 1 Corintios 6:9-11 me calaron hondo, y entendí que no era imposible cambiar. Allí dice: “¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres [...] heredarán el reino de Dios. Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados”. Jehová ayudó a personas de la antigüedad a hacer cambios, y también me ayudó a mí. Tardé varios años y tuve que esforzarme al máximo, pero los consejos y el cariño de los Testigos me fueron muy útiles.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: En la actualidad estoy casado y junto con mi esposa enseño a nuestro hijo a vivir teniendo en cuenta los principios bíblicos. Mi antigua vida pasó a la historia, y ahora disfruto de abundantes recompensas y privilegios espirituales. Soy anciano en una congregación, y he ayudado a varias personas a aprender la verdad de la Palabra de Dios. Los cambios que hice en mi vida motivaron a mi madre a aceptar un estudio bíblico y, con el tiempo, llegó a ser una cristiana bautizada. Una de mis hermanas, que llevaba una vida inmoral, también cambió y se hizo testigo de Jehová.
Hasta algunas de las personas que me decían que no cambiara reconocen ahora que mi vida ha mejorado. Y yo sé cuál ha sido mi motivación. En el pasado busqué ayuda profesional pero solo recibí malos consejos; en cambio, Jehová me ayudó de verdad. Aunque me sentía indigno, se fijó en mí y me trató con paciencia y amor. Eso marcó la diferencia: que un Dios tan amoroso y sabio me prestara atención y me ofreciera una vida mejor.
LA ATALAYA