Los habitantes de Jerusalén conocían bien las golondrinas, que solían construir sus nidos bajo los aleros de los edificios. Hasta en el templo de Salomón anidaron golondrinas. Es probable que año tras año hallaran allí un lugar tranquilo y seguro para criar a sus polluelos.
El compositor del Salmo 84, un descendiente de Coré, se fijó en aquellos nidos del templo. Él servía allí una semana cada seis meses, pero quería ser como las golondrinas que tenían un hogar permanente en la casa de Dios. Exclamó: “¡Cuán amable es tu magnífico tabernáculo, oh Jehová de los ejércitos! Mi alma ha anhelado, y también se ha consumido, en su vivo deseo por los patios de Jehová. [...] Hasta el pájaro mismo ha hallado una casa, y la golondrina un nido para sí, donde ella ha puesto sus polluelos... ¡tu magnífico altar, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío y Dios mío!” (Salmo 84:1-3). ¿Y qué hay de nosotros y nuestros hijos? ¿Deseamos reunirnos regularmente con el pueblo de Dios y valoramos ese privilegio? (Salmo 26:8, 12).
18 Esa relación se vio truncada cuando los seres humanos se dejaron influir por Satanás y se rebelaron contra la soberanía de Jehová. No obstante, el Reino mesiánico está tomando medidas desde el año 1914 para recuperar la unidad y la armonía (Efes. 1:9, 10). Durante el Reinado de Mil Años se harán realidad magníficas “cosas [...] que no se ven” todavía. A continuación vendrá “el fin”, es decir, la conclusión del Reinado de Mil Años de Cristo. ¿Qué sucederá después? Aunque a Jesús se le ha concedido “toda autoridad [...] en el cielo y sobre la tierra”, él no tiene la menor intención de usurpar el puesto de Jehová, pues no es ambicioso. Más bien, humildemente le “entrega el reino a su Dios y Padre”, empleando su autoridad y privilegiada posición “para la gloria de Dios” (Mat. 28:18; Filip. 2:9-11).
19 Para ese entonces, los súbditos terrestres del Reino habrán alcanzado la perfección. Imitarán el ejemplo de Jesús y se someterán de buena gana y con humildad a la soberanía de Jehová. A fin de demostrar su buena disposición, tendrán que superar una prueba final (Rev. 20:7-10). Por último, todos los rebeldes —humanos y espirituales— serán eliminados para siempre. ¡Qué momento tan gozoso! La familia universal al completo alabará feliz a Jehová, que será “todas las cosas para con todos” (léaseSalmo 99:1-3).