MIRA las frutas que estos hombres cargan. Fíjate qué grande es el ramo de uvas. Dos hombres tienen que cargarlo en un palo. Y mira los higos y las granadas. ¿De dónde vinieron estos bellos frutos? De la tierra de Canaán. Recuerda, Canaán es donde vivían Abrahán, Isaac y Jacob. Pero por el hambre que hubo allí, Jacob se mudó con su familia a Egipto. Ahora, tras unos 216 años, Moisés lleva de vuelta a Canaán a los israelitas. Ahora están en Cades, en el desierto.
En Canaán vive gente mala. Por eso Moisés envía 12 espías y les dice: ‘Averigüen cuánta gente vive allí, y cuán fuertes son. Averigüen si la tierra es buena para sembrar. Y no dejen de traer algunos de los frutos.’
Cuando los espías vuelven a Cades, le dicen a Moisés: ‘En verdad es un buen país.’ Y para probarlo, le muestran algunas frutas. Pero 10 de los espías dicen: ‘La gente que vive allí son gente grande y fuerte. Si tratamos de quitarles el país, nos matan.’
Los israelitas se asustan al oír esto. ‘Mejor hubiera sido morir en Egipto o hasta aquí en el desierto,’ dicen. ‘Moriremos en batalla, y nuestras esposas y nuestros hijos serán capturados. ¡Vamos a escoger un nuevo líder en vez de Moisés, y regresar a Egipto!’
Pero dos de los espías confían en Jehová, y tratan de calmar al pueblo. Se llaman Josué y Caleb. Dicen: ‘No tengan miedo. Jehová está con nosotros. Será fácil tomar esa tierra.’ Pero el pueblo no oye. Y hasta quiere matar a Josué y Caleb.
Esto enoja mucho a Jehová, quien le dice a Moisés: ‘Ninguna de la gente de 20 años de edad y más va a entrar en el país de Canaán. Han visto los milagros que yo hice en Egipto y en el desierto pero todavía no confían en mí. Por eso van a vagar por el desierto 40 años hasta que el último muera. Solo Josué y Caleb entrarán en la tierra de Canaán.’