ESTOS hombres tienen un problema. Tienen que huir, para que no los maten. Son espías israelitas, y la mujer que les ayuda es Rahab. Rahab vive en una casa en el muro de la ciudad de Jericó. Veamos cómo pasó todo esto.
Los israelitas están por cruzar el río Jordán y entrar en Canaán. Pero antes de entrar ellos, Josué envía los dos espías. Les dice: ‘Vean la tierra y la ciudad de Jericó.’
Cuando los espías entran en Jericó, van a la casa de Rahab. Pero alguien le dice al rey de Jericó: ‘Anoche vinieron dos israelitas para espiar la tierra.’ Al oír esto, el rey envía a Rahab unos hombres que le ordenan: ‘¡Saca a los hombres que tienes en tu casa!’ Pero Rahab ha escondido a los hombres en su techo. Así que dice: ‘Unos hombres vinieron a mi casa, pero no sé de dónde eran. Se fueron cuando oscurecía, antes de cerrarse la puerta de la ciudad. ¡Si corren, los alcanzan!’ Y los hombres corren a buscarlos.
Cuando se van, Rahab corre al techo. ‘Yo sé que Jehová les dará esta tierra,’ dice a los espías. ‘Oímos que él secó el mar Rojo cuando ustedes salieron de Egipto, y que ustedes mataron a los reyes Sehón y Og. Porque yo he sido buena con ustedes, prométanme, por favor, ser buenos conmigo. Salven a mi padre y madre, mis hermanos y hermanas.’
Los espías prometen que harán eso, pero Rahab tiene que hacer algo. ‘Toma esta cuerda roja y átala en tu ventana,’ dicen los espías, ‘y junta a todos tus parientes en tu casa. Y cuando todos nosotros volvamos para tomar a Jericó y veamos esta cuerda, no mataremos a nadie en tu casa.’ Cuando los espías vuelven a Josué, le dicen todo lo que ha pasado.