Con el tiempo, hubo mucha gente en la tierra. La mayoría eran malos. Hasta algunos ángeles se hicieron malos. Dejaron el cielo, donde vivían, y bajaron a la tierra. ¿Sabes para qué? Para poder tener cuerpos de hombres y casarse con mujeres.
Los ángeles tuvieron hijos con las mujeres. Esos hijos se hicieron muy fuertes y violentos al crecer, y le hacían daño a la gente. Jehová no podía dejar que eso siguiera pasando. Así que decidió destruir a los malos trayendo un diluvio, una lluvia muy fuerte que llenó de agua toda la tierra.
Pero había un hombre que era diferente porque amaba a Jehová. Se llamaba Noé. Tenía una esposa y tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Cada hijo tenía su esposa. Jehová le mandó a Noé construir un arca, que era una gran caja de madera que podía flotar en el agua. Así, Noé y su familia podrían sobrevivir al Diluvio. Además, Jehová le mandó meter en el arca muchos animales para que también se salvaran.
Noé se puso a construir el arca enseguida. Él y su familia tardaron unos 50 años en construirla, y la hicieron como Jehová les dijo. Durante esos años, Noé avisó a la gente de que iba a venir el Diluvio, pero nadie le hizo caso.
Por fin llegó el momento de entrar en el arca. ¿Quieres saber qué pasó después?
“Tal como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37).
Dios le dijo a Noé que hiciera un arca para salvar a su familia del Diluvio, y Noé obedeció. ¿Qué lección de fe podemos aprender de la historia de Noé y el Diluvio?