Moisés le prometió al faraón que no trataría de volver a verlo. Pero antes de irse, le dijo: “A medianoche, el primogénito o hijo mayor de todas las familias de Egipto morirá, tanto el hijo del faraón como los hijos de los esclavos”.
Jehová les dijo a los israelitas: “Preparen una comida especial. Maten un cordero o un cabrito de un año de edad, y salpiquen el marco de la puerta con algo de la sangre. Asen la carne y cómanla con pan sin levadura. Estén listos para irse, vestidos y con las sandalias puestas. Esta noche los liberaré”. ¿Te imaginas qué contentos estarían los israelitas?
A medianoche, el ángel de Jehová fue a todas las casas de Egipto. En las que no había una señal de sangre en el marco de la puerta, el primogénito murió. Pero en las casas que sí tenían la señal de sangre, el ángel no les hizo nada a los hijos. Todas las familias de Egipto, ricas y pobres, perdieron un hijo. En cambio, ningún hijo de los israelitas murió.
El primogénito del faraón también murió. El faraón ya no pudo soportarlo más y les dijo a Moisés y a Aarón: “¡Váyanse de aquí! ¡Salgan y adoren a su Dios! ¡Llévense los animales y váyanse!”.
Esa noche había luna llena. Los israelitas se marcharon de Egipto organizados por familias y tribus. Había 600.000 hombres, además de un grupo grande de mujeres y niños. Muchos que no eran israelitas también se fueron con ellos para adorar a Jehová. ¡Los israelitas por fin eran libres!
Para recordar que Jehová los había salvado, tendrían que preparar la misma comida especial todos los años. La llamaron Pascua.
“Te he dejado vivir por esta razón: para demostrar mi poder con tu caso y para que se proclame mi nombre por toda la tierra” (Romanos 9:17).
Moisés y Aarón tuvieron que ser valientes para enfrentarse al poderoso faraón. Descarguen estas actividades y estudien en familia el relato de las 10 plagas de Egipto.