Imitemos la justicia y la misericordia de Jehová

Imitemos la justicia y la misericordia de Jehová

“Con verdadera justicia hagan su juzgar; y efectúen unos con otros amor leal y misericordias” (ZAC. 7:9, nota).

CANCIONES: 2111

1. ¿Qué sentía Jesús por la Ley de Dios?

JESÚS amaba la Ley de Moisés. Y eso no nos sorprende, porque esa Ley venía de Jehová, su Padre, la persona más importante en su vida. La Biblia predijo el profundo cariño que Jesús sentiría por las leyes de Dios con estas palabras: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley está dentro de mis entrañas” (Sal. 40:8). Jesús demostró con lo que dijo y lo que hizo que esa Ley era perfecta y beneficiosa, y que se cumpliría sin falta (Mat. 5:17-19).

2. ¿Por qué podemos decir que los escribas y los fariseos aplicaban mal la Ley?

2 Jesús debió de sentirse muy triste al ver que los escribas y los fariseos aplicaban mal la Ley de su Padre. Es cierto que estos líderes religiosos cumplían al pie de la letra algunos de sus detalles más pequeños. Por eso, Jesús reconoció: “Dan el décimo de la hierbabuena y del eneldo y del comino”. Entonces, ¿cuál era el problema? Que habían “desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad” (Mat. 23:23). Aquellos fariseos no captaban el significado de la Ley y se creían mejores que los demás. Pero Jesús sí entendía lo que había detrás de la Ley y lo que cada mandamiento revelaba sobre Jehová.

3. ¿Qué veremos en este artículo?

3 Los cristianos no estamos bajo el pacto de la Ley (Rom. 7:6). Entonces, ¿por qué incluyó Jehová la Ley en la Biblia? No fue para que nos obsesionemos con todos sus detalles, sino para que comprendamos y apliquemos “los asuntos de más peso”, es decir, los principios en los que se basa. Por ejemplo, ¿qué principios aprendemos al estudiar las leyes sobre las ciudades de refugio? El artículo anterior extrajo algunas lecciones de lo que un homicida involuntario tenía que hacer para que se le mostrara misericordia. Este artículo destaca lo que las ciudades de refugio nos enseñan sobre Jehová y cómo podemos imitar sus cualidades. Responderemos tres preguntas: ¿Qué revelan las ciudades de refugio sobre la misericordia de Jehová? ¿Qué nos enseñan sobre cómo ve él la vida? Y ¿cómo reflejan su justicia perfecta? Al analizar cada una, pensemos en maneras de imitar a nuestro Padre celestial (lea Efesios 5:1).

“TIENEN QUE ESCOGER CIUDADES QUE LES SEAN CONVENIENTES”

4, 5. a) ¿Qué se hacía para que al homicida le resultara fácil llegar a las ciudades de refugio, y por qué? b) ¿Qué nos enseña esto sobre Jehová?

4 Jehová se aseguró de que fuera fácil llegar a las seis ciudades de refugio. Mandó que hubiera tres ciudades a cada lado del río Jordán. Así, el homicida podría llegar a una de ellas rápido y sin dificultades (Núm. 35:11-14). Los israelitas tenían que mantener en buen estado los caminos que llevaban a esas ciudades (Deut. 19:3). Además, según la tradición judía, colocaban letreros para guiar al homicida. Gracias a que existían estas ciudades, los homicidas no se sentían obligados a huir a una tierra extranjera, donde podrían verse tentados a adorar a dioses falsos.

5 Pensemos en esto: Jehová mandó que los asesinos fueran ejecutados, pero a los homicidas involuntarios les dio la posibilidad de recibir misericordia y protección. Un experto en temas bíblicos escribió: “Todo se había dispuesto de la manera más clara, más sencilla y más fácil posible. Tales eran los caminos misericordiosos de Dios”. Jehová no es un juez cruel empeñado en castigar a sus siervos. Más bien, es “rico en misericordia” (Efes. 2:4).

6. ¿Qué diferencia había entre la actitud de Dios y la de los fariseos?

6 A diferencia de Jehová, los fariseos no les tenían misericordia a los demás. Por ejemplo, según la tradición judía, se negaban a perdonar la misma ofensa más de tres veces. Para mostrar lo mala que era su actitud, Jesús relató la historia de un fariseo y un recaudador de impuestos que estaban orando uno al lado del otro. El recaudador le pedía misericordia a Dios. Pero el fariseo decía: “Oh Dios, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, dados a extorsión, injustos, adúlteros, ni siquiera como este recaudador de impuestos”. Los fariseos pensaban que no tenían que mostrar misericordia, pues “consideraban como nada a los demás” (Luc. 18:9-14).

Si somos humildes, a los demás les resultará más fácil pedirnos perdón. (Vea los párrafos 4 a 8).

7, 8. a) Cuando alguien nos ofende, ¿cómo podemos imitar a Jehová? b) ¿Por qué tenemos que ser humildes para perdonar a los demás?

7 Nunca seamos como los fariseos. Más bien, imitemos a Jehová y mostremos compasión (Col. 3:13). Una manera de hacerlo es asegurándonos de que a los demás les resulte fácil pedirnos perdón (Luc. 17:3, 4). Preguntémonos: “¿Les demuestro a otros que estoy dispuesto a perdonarlos las veces que sea necesario? ¿Estoy deseando hacer las paces con los que me ofenden?”.

8 Para perdonar, tenemos que ser humildes. Los fariseos se negaban a perdonar a otras personas porque se creían mejores que ellas. Pero los cristianos debemos considerar con humildad “que los demás son superiores” a nosotros y perdonarlos con generosidad (Filip. 2:3). Podemos preguntarnos: “¿Estoy imitando a Jehová y mostrando humildad?”. En tal caso, a los demás les resultará más fácil pedirnos perdón y a nosotros nos resultará más fácil perdonarlos. Estemos siempre dispuestos a mostrar misericordia y no nos ofendamos con facilidad (Ecl. 7:8, 9).

RESPETEMOS LA VIDA Y NO TENDREMOS “NINGUNA CULPA DE SANGRE”

9. ¿Cómo ayudó Jehová a los israelitas a entender que la vida es sagrada?

9 Uno de los objetivos principales de las ciudades de refugio era proteger a los israelitas de ser culpables de derramar sangre inocente (Deut. 19:10). Jehová ama la vida y odia las “manos que derraman sangre inocente” a propósito (Prov. 6:16, 17). Como es un Dios justo y santo, para él era muy serio que alguien le quitara la vida a otra persona, aunque fuera por accidente. Es cierto que al homicida involuntario se le mostraba misericordia. Aun así, tenía que presentar su caso ante los ancianos. Y, si ellos determinaban que la muerte había sido accidental, tenía que quedarse en la ciudad de refugio hasta que muriera el sumo sacerdote. Esto podía significar que pasara allí el resto de su vida. Así Jehová ayudó a los israelitas a entender que la vida es sagrada. Por respeto a Aquel que da la vida, tenían que asegurarse de no poner en peligro la vida de los demás por acción u omisión, o sea, por haber hecho algo o por no haberlo hecho.

10. Según dijo Jesús, ¿cómo demostraban los escribas y los fariseos que no valoraban la vida de los demás?

10 Los escribas y los fariseos no imitaban a Jehová. Era evidente que no valoraban la vida de los demás. Jesús les dijo: “Quitaron la llave del conocimiento; ustedes mismos no entraron, y a los que estaban entrando los estorbaron” (Luc. 11:52). Ellos tenían que ayudar a las personas a entender la Palabra de Dios y a obtener la vida eterna. En vez de eso, trataban de impedir que siguieran a Jesús, el “Agente Principal de la vida” (Hech. 3:15). De esta forma las ponían en peligro de ser destruidas para siempre. Aquellos líderes egoístas y orgullosos no tenían ningún interés en la vida y el bienestar de su prójimo. ¡Qué crueles y despiadados!

11. a) ¿Cómo mostró Pablo que veía la vida como la ve Jehová? b) ¿Qué nos ayudará a tener la misma actitud que Pablo hacia la predicación?

11 Si queremos parecernos a Jehová y no a aquellos líderes religiosos, debemos respetar y valorar el regalo de la vida. Eso es lo que hizo el apóstol Pablo, quien predicó a tantas personas como le fue posible. Por eso pudo decir: “Estoy limpio de la sangre de todo hombre” (Hech. 20:26, 27). Él no predicaba para evitar sentirse culpable o porque se lo había mandado Jehová. Lo hacía porque amaba a las personas y valoraba sus vidas (1 Cor. 9:19-23). Nosotros también debemos esforzarnos por ver la vida como la ve Jehová, quien “desea que todos alcancen el arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). ¿Desea usted lo mismo? Si procuramos mostrar misericordia, predicaremos con más entusiasmo y sentiremos más gozo.

12. ¿Por qué se toman tan en serio la seguridad los siervos de Dios?

12 Otra manera de demostrar que vemos la vida como la ve Jehová es tomándonos en serio las normas de seguridad. Debemos trabajar y manejar vehículos de forma segura en todo momento, lo que incluye cuando hacemos trabajos de construcción y mantenimiento, y cuando viajamos a una reunión o asamblea. La seguridad y la salud son más importantes que la producción, el dinero y los horarios. Nuestro Dios siempre hace lo que es correcto y apropiado, y nosotros queremos ser como él. Los ancianos son los primeros que deben estar pendientes de su propia seguridad y la de quienes los rodean (Prov. 22:3). Por tanto, si un anciano nos recuerda alguna medida o norma de seguridad, debemos hacerle caso (Gál. 6:1). Si vemos la vida como la ve Jehová, no tendremos “ninguna culpa de sangre”.

“TIENE QUE JUZGAR [...] DE ACUERDO CON ESTOS JUICIOS”

13, 14. ¿Qué tenían que hacer los ancianos de Israel para reflejar la justicia de Jehová?

13 Jehová mandó a los ancianos de Israel que imitaran sus elevadas normas de justicia. Lo primero que debían hacer era establecer los hechos. Luego, al decidir si mostrarle o no misericordia al homicida, debían analizar con cuidado sus motivos, actitud y conducta anterior. Para reflejar la justicia de Jehová, tenían que determinar si había actuado movido por odio y “con mala intención” (lea Números 35:20-24, nota). Por otro lado, si se usaban declaraciones de testigos, se necesitaban al menos dos testigos para poder probar una acusación de asesinato intencionado (Núm. 35:30).

14 Como vemos, luego de establecer los hechos del caso, los ancianos tenían que pensar en la persona, no solo en lo que había hecho. Necesitaban perspicacia, es decir, la capacidad de ver más allá de lo obvio para captar lo que hay detrás de cierta situación. Sobre todo, necesitaban que Jehová les diera espíritu santo para poder reflejar su perspicacia, misericordia y justicia (Éx. 34:6, 7).

15. ¿Cómo veía Jesús a los pecadores, y cómo los veían los fariseos?

15 Los fariseos solo se centraban en lo que el pecador había hecho y no en lo que había en su corazón, es decir, en el tipo de persona que era en realidad. Veamos lo que ocurrió cuando Jesús fue a un banquete en la casa de Mateo. Los fariseos les preguntaron a los discípulos de Jesús: “¿Por qué come su maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?”. Él respondió: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí. Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio’. Porque no vine a llamar a justos, sino a pecadores” (Mat. 9:9-13). ¿Estaba Jesús excusando a los pecadores? Claro que no. Él quería que se arrepintieran. De hecho, esa era una parte importante del mensaje que predicaba (Mat. 4:17). Pero Jesús tenía perspicacia y se daba cuenta de que al menos algunos de estos “recaudadores de impuestos y pecadores” querían cambiar. No habían ido a la casa de Mateo solo para comer. Más bien, muchos de ellos eran seguidores de Jesús (Mar. 2:15). Por desgracia, la mayoría de los fariseos no veían a los demás como los veía Jesús. Los tachaban de pecadores y los trataban como casos perdidos. Aquellos líderes eran muy diferentes del Dios justo y misericordioso al que afirmaban adorar.

16. ¿Qué debe tratar de determinar un comité judicial?

16 Hoy día, los ancianos deben asegurarse de imitar a Jehová, quien es “amador de la justicia” (Sal. 37:28). Para ello, primero deben “inquirir cabalmente”, es decir, investigar en profundidad si se ha cometido un pecado. Si es así, entonces atenderán el caso siguiendo las pautas bíblicas (Deut. 13:12-14). Los ancianos que sirven en comités judiciales tienen que determinar con cuidado si el cristiano culpable de un pecado grave está arrepentido o no. Esto no siempre es fácil. Deben fijarse en cuál es su actitud, qué opina de lo que hizo y qué hay en su corazón (Rev. 3:3). Para que se le muestre misericordia, el pecador debe estar arrepentido. *

17, 18. ¿Cómo pueden los ancianos determinar si alguien está arrepentido de verdad? (Vea la foto del principio).

17 Jehová y Jesús pueden leer los corazones, pero los ancianos no. Por eso, ¿cómo pueden determinar si alguien está arrepentido de verdad? Primero, deben pedirle a Dios sabiduría y discernimiento (1 Rey. 3:9). Segundo, tienen que usar la Biblia y las publicaciones del esclavo fiel para poder distinguir entre “la tristeza del mundo” y “la tristeza de manera piadosa”, o sea, el arrepentimiento verdadero (2 Cor. 7:10, 11). Deben fijarse en cómo las Escrituras describen los sentimientos, la actitud y la conducta de los que sí están arrepentidos y de los que no lo están.

18 Tercero, deben pensar en la persona y tomar en cuenta sus antecedentes, motivos y limitaciones. La Biblia predijo lo siguiente sobre Jesús, la cabeza de la congregación cristiana: “No juzgará por la mera apariencia de las cosas a sus ojos, ni censurará simplemente según lo que oigan sus oídos. Y con justicia tiene que juzgar a los de condición humilde, y con rectitud tiene que administrar censura a favor de los mansos de la tierra” (Is. 11:3, 4). Jesús ha nombrado a los ancianos para que cuiden su congregación, y los ayudará a juzgar como él juzga (Mat. 18:18-20). Estamos muy agradecidos de tener ancianos amorosos que procuran imitar a Jesús. Sin duda, apreciamos mucho sus esfuerzos incansables por promover la misericordia y la justicia en nuestras congregaciones.

19. ¿Qué lección sobre las ciudades de refugio piensa aplicar usted?

19 La Ley de Moisés contiene “la armazón del conocimiento y de la verdad” sobre Jehová y sus justos principios (Rom. 2:20). Por ejemplo, las ciudades de refugio enseñan a los ancianos a juzgar “con verdadera justicia”. También nos enseñan a todos nosotros a mostrarnos “amor leal y misericordias” (Zac. 7:9, nota). Aunque ya no estamos bajo la Ley, la justicia y la misericordia siguen siendo importantes para Jehová, pues él no cambia. ¡Qué privilegio es servir a nuestro Dios! Por lo tanto, imitemos sus hermosas cualidades y refugiémonos en él.

^ párr. 16 Vea la sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 15 de septiembre de 2006, página 30.