¿Es el papa el “sucesor de san Pedro”?

¿Es el papa el “sucesor de san Pedro”?

¿Es el papa el “sucesor de san Pedro”?

EN 2002, el papa Juan Pablo II escribió una carta a la diócesis de Limburgo (Alemania) en la que anulaba la decisión que el obispo había tomado con relación a los centros de consulta sobre el aborto. Inició su directriz declarando que, “según la voluntad de Jesucristo”, él era el responsable del “bien de todas las iglesias locales” y de “su unidad”. Así, amparándose en su autoridad como “sucesor de san Pedro”, invalidó la decisión del obispo.

En la entrada “Papa”, la Enciclopedia Católica dice: “Pedro [...] fue constituido por Cristo el Señor como príncipe de todos los Apóstoles”. Y agrega que “fue por institución del mismo Cristo [...] que el Bienaventurado Pedro tiene sucesión perpetua en su primado sobre la Iglesia universal”, y que el “obispo de Roma [...], en virtud [de] su posición como sucesor de san Pedro, es el supremo pastor de toda la Iglesia”.

Estas afirmaciones son muy categóricas. Pero ¿ha examinado usted personalmente su validez? Analicemos las siguientes cuestiones: ¿Confirma la Biblia que Pedro fuera el primer papa? ¿Qué indica la historia sobre el origen del papado? ¿Demuestran la conducta y las enseñanzas de los pontífices que sean sucesores de Pedro?

¿Fue Pedro el primer papa?

Para probar que Pedro es el fundamento de la Iglesia verdadera, la fe católica se ha remitido desde antiguo a la declaración de Jesús que leemos en Mateo 16:18: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Biblia de Jerusalén Latinoamericana). De hecho, estas palabras aparecen inscritas en latín en la base de la cúpula de la basílica de San Pedro, en Roma.

Agustín de Hipona, reverenciado Padre de la Iglesia, sostuvo en un tiempo que la congregación se edificó sobre Pedro. Sin embargo, hacia el fin de sus días cambió de opinión y señaló en su obra Las Retractaciones (libro I, 21) que la piedra sobre la que se edifica la Iglesia, o congregación cristiana, no es Pedro. De hecho, mencionó lo siguiente acerca del apóstol: “Porque no se le dijo: Tú eres la piedra, sino Tú eres Pedro”. Luego, Agustín añadió: “La piedra era Cristo” (Obras completas de San Agustín, tomo XL, página 724). a

No puede negarse que Pedro ocupa un lugar destacado en los Evangelios. Jesús lo eligió a él y a otros dos apóstoles —Juan y Santiago— para que lo acompañaran en momentos especiales (Marcos 5:37, 38; 9:2; 14:33). Además, le confió “las llaves del reino de los cielos”, las cuales Pedro utilizó para abrir las puertas del Reino, primero a los judíos y prosélitos, luego a los samaritanos y finalmente a los gentiles (Mateo 16:19; Hechos 2:5, 41; 8:14-17; 10:45). Acorde con su personalidad extrovertida, a veces fue el portavoz de los apóstoles (Hechos 1:15; 2:14). Ahora bien, ¿lo convierten estos hechos en cabeza de la congregación primitiva?

Pablo escribió que a Pedro se le había confiado “un apostolado a los circuncisos” (Gálatas 2:8). Sin embargo, el contexto muestra que su comentario no se refería a la dirección de la Iglesia, sino al papel que Pedro desempeñaba en la predicación a los judíos.

Aunque a Pedro se le confiaron grandes responsabilidades, en ninguna página de la Biblia leemos que él afirmara ser el cabeza de la congregación y que, por tanto, pudiera decidir por el conjunto de discípulos. En su primera carta se llamó a sí mismo apóstol y anciano, nada más (1 Pedro 1:1; 5:1).

¿Qué indica la historia sobre el origen del papado?

¿Cómo y cuándo surgió el papado? La idea de que un hombre se alzara por encima de sus hermanos en la fe comenzó a surgir mientras los apóstoles aún vivían. ¿Qué opinaron ellos de ese afán de superioridad?

Pedro mismo pidió a quienes dirigían la congregación que no anduvieran “enseñoreándose de los que son la herencia de Dios”, sino que se revistieran de “humildad mental” (1 Pedro 5:1-5). Por otro lado, Pablo advirtió que del seno de la congregación se levantarían hombres que hablarían “cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí” (Hechos 20:30). Y a finales del siglo primero, el apóstol Juan escribió una carta en la que denunció con firmeza a un discípulo llamado Diótrefes. ¿Por qué? Entre otras razones, porque a este individuo le gustaba “tener el primer lugar” en la congregación (3 Juan 9). Amonestaciones de este tipo frenaron por algún tiempo las pretensiones de hombres ambiciosos (2 Tesalonicenses 2:3-8).

Tras la muerte del último apóstol, algunos individuos lucharon por alcanzar mayor prominencia. La obra The Cambridge History of Christianity señala que “probablemente no existió un único y ‘monárquico’ obispo en Roma sino hasta mediados del siglo segundo”. Ya en el siglo tercero, el obispo de Roma se había autoproclamado la máxima autoridad de la Iglesia, por lo menos en algunas regiones. b Con el fin de probar la afirmación de que el obispo de Roma ostenta la autoridad suprema, suele aportarse una lista de sucesores de Pedro.

Sin embargo, esta lista no prueba gran cosa. Para empezar, varios de sus nombres no pueden confirmarse. Y lo que es más importante, falla en su misma base. ¿Por qué decimos esto? Porque aun si Pedro hubiese predicado en Roma, como apuntan algunas fuentes seglares de los siglos primero y segundo, nada demuestra que fuera el cabeza de la congregación.

Un detalle significativo es que, en su epístola a los Romanos, el apóstol Pablo incluyó una larga lista de cristianos de esa congregación, pero no mencionó a Pedro (Romanos 16:1-23). Si Pedro hubiera sido el cabeza de la Iglesia, sería impensable que Pablo lo hubiera omitido.

Tengamos en cuenta también que para el tiempo en que Pedro escribió su primera carta inspirada, Pablo envió la segunda a Timoteo. En esta última se menciona la ciudad de Roma, pero no se dice nada de Pedro. En realidad, Pablo escribió seis epístolas desde Roma, y en ninguna nombró a Pedro.

Unos treinta años después, el apóstol Juan escribió tres cartas y el libro de Revelación, o Apocalipsis. En ninguno de sus escritos dijo que la congregación de Roma fuera la más prominente ni que hubiera un caudillo de la Iglesia que ostentara el cargo supremo de supuesto sucesor de Pedro. Ni la Biblia ni la historia respaldan la afirmación de que Pedro se proclamara primer obispo de la congregación de Roma.

¿Demuestran la conducta y las enseñanzas de los pontífices que sean sucesores de Pedro?

Todos esperaríamos, con razón, que alguien que alegara ser “sucesor de san Pedro” y “vicario de Cristo” siguiera el modelo y los preceptos de Pedro y de Cristo. Pensemos: ¿aceptó el apóstol un trato especial de parte de sus hermanos? No. Más bien, rechazó cualquier acto de veneración hacia su persona (Hechos 10:25, 26). ¿Y qué decir de Jesús? Él dejó claro que había venido a servir a los demás, no a que le sirvieran (Mateo 20:28). Por otro lado, ¿qué fama se han labrado los papas? ¿Rechazan la prominencia y los títulos altisonantes, así como la ostentación de riqueza y poder?

Tanto Pedro como Cristo fueron hombres moralmente rectos que fomentaron la paz. Comparemos su modelo con lo que el Diccionario enciclopédico de los papas y del papado dice sobre León X: “Su enredo en negociaciones políticas, guiadas a menudo por intereses nepotistas, y su exorbitante entrega a los placeres mundanos hicieron que León descuidara sus urgentes tareas espirituales”. En la obra Historia de la Iglesia Católica, Karl Amon, sacerdote católico y profesor de Historia Eclesiástica, señala que informes rigurosos sobre el papa Alejandro VI permiten ver “una chocante falta de conciencia”, así como “abuso del oficio”, “simonía e inmoralidad”.

En cuanto a las enseñanzas papales, ¿se asemejan a lo que predicaron Pedro y Cristo? El apóstol no creía, por ejemplo, que todas las personas buenas fueran al cielo. De hecho, refiriéndose al buen rey David, aseguró: “No ascendió a los cielos” (Hechos 2:34). Tampoco aprobó el bautismo de infantes; más bien, enseñó que el creyente debía tener conciencia de la seriedad de ese paso (1 Pedro 3:21).

Jesús mandó a sus discípulos que no trataran de ser superiores entre sí. Les dijo: “Si alguien quiere ser el primero, tiene que ser el último de todos y ministro de todos” (Marcos 9:35). Poco antes de morir, les ordenó sin rodeos: “No sean llamados Rabí, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos. Además, no llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra, porque uno solo es su Padre, el Celestial. Tampoco sean llamados ‘caudillos’, porque su Caudillo es uno, el Cristo” (Mateo 23:1, 8-10). ¿Cree usted que los papas han obedecido lo que Pedro y Cristo enseñaron?

Se afirma que la cadena de la sucesión papal sigue ininterrumpida aun cuando algún papa no viva según los preceptos cristianos. ¿Le parece lógico eso? Jesús declaró: “Todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto inservible; un árbol bueno no puede dar fruto inservible, ni puede un árbol podrido producir fruto excelente”. Basándose en los hechos, ¿cree usted que Pedro o Cristo aprobarían los frutos que los papas han producido a lo largo de la historia? (Mateo 7:17, 18, 21-23.)

[Notas]

a La conversación de Jesús con Pedro se centró en la identidad de Cristo y sus funciones, no en el papel que tendría el apóstol (Mateo 16:13-17). Pedro mismo declaró más adelante que Jesús era la piedra sobre la que se cimentaba la congregación (1 Pedro 2:4-8). El apóstol Pablo confirmó que Jesús, y no Pedro, era “la piedra angular de fundamento” de la congregación cristiana (Efesios 2:20).

b Tanto Jesús como los apóstoles advirtieron de que la congregación cristiana caería en manos de hombres que enseñarían doctrinas apóstatas (Mateo 13:24-30, 36-43; 2 Timoteo 4:3; 2 Pedro 2:1; 1 Juan 2:18). Aquellas advertencias se cumplieron cuando la Iglesia del siglo segundo comenzó a adoptar costumbres paganas y a mezclar las doctrinas bíblicas con filosofías griegas.

[Ilustraciones de la página 25]

¿Muestran los hechos que los papas han seguido el modelo de Pedro?