Todo Salón del Reino de los Testigos de Jehová porta el santo nombre de Dios, por lo que debemos mantenerlo limpio y en perfectas condiciones. Se trata de un privilegio, de un rasgo esencial de nuestro servicio sagrado, y todos podemos colaborar.
Ofrezcámonos a hacer la limpieza al terminar la reunión. Después de cada reunión, los miembros de la congregación se ofrecen a realizar una limpieza superficial del salón; una vez por semana lo limpian más a fondo. Un anciano o un siervo ministerial coordinan el trabajo, siguiendo por lo general una lista de tareas: barrer, fregar o aspirar los pisos; desempolvar y acomodar las sillas; lavar y desinfectar los baños; desmanchar ventanas y espejos; tirar la basura, y limpiar y arreglar los exteriores. Por lo menos una vez al año se programa un día de limpieza general. Asignar algunas de las tareas a los niños es una buena manera de inculcarles respeto por nuestro lugar de culto (Eclesiastés 5:1).
Ayudemos con las reparaciones. Todos los años se efectúa una inspección detallada del interior y exterior del salón a fin de determinar qué arreglos o mejoras hacen falta para conservarlo en buen estado y evitar gastos innecesarios más adelante (2 Crónicas 24:13; 34:10). Un Salón del Reino limpio y en buenas condiciones es un lugar digno donde adorar a nuestro Dios. Si nos ofrecemos a colaborar en su mantenimiento, demostraremos cuánto nos importa y cuánto amamos a Jehová (Salmo 122:1). Además, causaremos una buena impresión en la comunidad (2 Corintios 6:3).
¿Por qué no podemos descuidar nuestro lugar de culto?
¿Qué tareas se efectúan para mantener limpio el Salón del Reino?