Como somos imperfectos, todo el tiempo tenemos que luchar para controlar nuestros deseos. Si les diéramos rienda suelta, podríamos perder nuestra amistad con Jehová. Algunos permiten que su deseo de tener un techo, comida o ropa sea mayor que su amor por Dios. Otros satisfacen sus deseos sexuales sin tener en cuenta las normas de Jehová (Ro 1:26, 27). Y también hay quienes ceden a la presión de grupo porque quieren caerles bien a los demás y que los acepten (Éx 23:2).
¿Cómo podemos mantener nuestros deseos bajo control? Debemos esforzarnos al máximo por centrarnos en las cosas espirituales (Mt 4:4). También debemos rogarle a Jehová que nos ayude a controlar nuestros deseos. ¿Por qué? Porque él sabe qué es lo mejor para nosotros y cómo satisfacer nuestros deseos apropiados (Sl 145:16).