Eva le hizo caso a la serpiente y comió el fruto del árbol prohibido. Luego le dio a Adán del fruto, y él también comió.
Eso que hicieron estuvo mal: fue un pecado. Dios echó a Adán y Eva del jardín.
La vida se hizo difícil para ellos y para sus hijos. Con el tiempo, envejecieron y murieron. No se fueron al cielo, ni a ningún otro lado; solo dejaron de existir.
Los muertos se convierten en polvo y no pueden hacer nada (Génesis 3:19)
Todos venimos de Adán y Eva. Por eso, nosotros también morimos. Los muertos no ven ni oyen ni pueden hacer nada (Eclesiastés 9:5, 10).
Jehová no quería que la gente muriera. Pronto les devolverá la vida a los que han muerto. Y si lo obedecen, no morirán jamás. Ellos vivirán para siempre.