La buena comunicación entre padres e hijos conlleva intercambiar ideas y sentimientos.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE?
Hablar con un hijo adolescente puede ser un reto. El libro Tú no me escuchas, yo no te entiendo explica cómo podría sentirse un padre. Antes “era como si tuvieras un pase para acceder a las bambalinas de sus vidas. Ahora a lo máximo a lo que puedes aspirar es a ocupar un asiento entre el público, y quizás ni siquiera sea una localidad preferente”. Sin embargo, las apariencias engañan: es en esos momentos cuando su hijo más necesita hablar con usted.
¿QUÉ PUEDE HACER?
Adáptese a su hijo. Hágalo aunque eso signifique quedarse hablando hasta bien entrada la noche.
“A veces te sientes tentada a decir: ‘¡Hemos estado juntos todo el día y ¿ahora quieres hablar?!’. Pero ¿cómo te vas a quejar cuando tu hijo quiere abrirte su corazón? ¿No es eso lo que todos los padres queremos?” (Lisa).
“Me gusta ir a dormir temprano, pero algunas de las mejores conversaciones que he tenido con mis hijos adolescentes han sido después de la medianoche” (Herbert).
PRINCIPIO BÍBLICO: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona” (1 Corintios 10:24).
No se distraiga. Un padre reconoce: “A veces, cuando mis hijos me están hablando, me pongo a pensar en otras cosas. Y, claro, ellos se dan cuenta”.
Si se siente identificado con ese comentario, apague la televisión y deje a un lado los dispositivos electrónicos. Concéntrese en lo que su hijo le está diciendo, así le demostrará que sus preocupaciones, por insignificantes que parezcan, también son importantes para usted.
“Es necesario que nuestros hijos sepan que sus sentimientos nos importan. Si no, se encerrarán en sí mismos o buscarán ayuda en otra parte” (Maranda).
“No se escandalice, ni siquiera cuando su hijo diga una barbaridad” (Anthony).
PRINCIPIO BÍBLICO: “Presten atención a cómo escuchan” (Lucas 8:18).
Aproveche cualquier momento. A veces, los jóvenes se sienten más dispuestos a conversar con sus padres en un ambiente relajado.
“Nosotros aprovechamos los viajes para hablar. Estar sentados lado a lado en vez de frente a frente nos ha permitido tener muy buenas conversaciones” (Nicole).
La hora de la comida también es un buen momento para conversar.
“Mientras cenamos, todos contamos qué ha sido lo peor y lo mejor que nos ha pasado durante el día. Esta costumbre nos une y nos recuerda que no tenemos que enfrentar los problemas solos” (Robin).
PRINCIPIO BÍBLICO: “Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar” (Santiago 1:19).