La Biblia les cambió la vida
¿DÓNDE halló el sentido que le faltaba a su vida una exitosa profesional sin interés en la religión? ¿Qué aprendió un joven católico sobre la muerte que le dio nuevo rumbo a su vida? ¿Qué verdad acerca de Dios motivó a un joven decepcionado de la vida a convertirse en ministro cristiano? Dejemos que ellos mismos respondan.
“Durante años me pregunté para qué estamos aquí” (ROSALIND JOHN)
AÑO DE NACIMIENTO: 1963
PAÍS: GRAN BRETAÑA
OTROS DATOS: DEJÓ UNA PRESTIGIOSA CARRERA
MI PASADO:
Nací en un distrito del sur de Londres llamado Croydon. Mis padres eran originarios de la isla caribeña de San Vicente. Yo era la sexta de nueve hijos. Aunque mi madre pertenecía a la Iglesia Metodista, a mí no me interesaba la religión. De niña quería aprender de todo. A menudo me pasaba las vacaciones leyendo junto a un lago cercano los innumerables libros que pedía en la biblioteca.
Pocos años después de terminar la escuela, decidí dedicarme a ayudar a los indefensos. Empecé con las personas sin hogar, con discapacidades físicas o con dificultades de aprendizaje. Luego emprendí un curso universitario de ciencias de la salud. Para mi sorpresa, me fue extraordinariamente bien tras graduarme. Ocupé prestigiosos empleos muy bien pagados que me permitían llevar un estilo de vida lujoso. Me convertí en gestora e investigadora social independiente. Solo necesitaba una computadora portátil y acceso a Internet para realizar mi trabajo. A menudo volaba al extranjero y me quedaba varias semanas en mi hotel favorito, sacando partido al gimnasio y al centro de masajes y belleza y disfrutando de los hermosos alrededores. Creía que lo tenía todo para ser feliz. Aun así, nunca dejaron de preocuparme los más desfavorecidos.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA:
Durante años me pregunté para qué estamos aquí y cuál es el propósito de la vida. Pero nunca se me ocurrió acudir a la Biblia. Un día de 1999 me visitaron mi hermana menor, Margaret, y una amiga suya. Ambas eran testigos de Jehová. Su amiga fue tan amable conmigo que, casi sin darme cuenta, acepté estudiar la Biblia con ella. Sin embargo, mi carrera y mi estilo de vida me ocupaban mucho tiempo, así que progresaba lentamente.
En el verano de 2002 me mudé al suroeste de Inglaterra, pues quería realizar un posgrado en investigación social y obtener mi doctorado. Allí comencé a asistir más regularmente al Salón del Reino de los Testigos de Jehová con mi hijo. A pesar de mi educación universitaria, nunca tuve una visión clara de los problemas de la vida y de su verdadera solución hasta que empecé a estudiar la Biblia. Las palabras de Mateo 6:24 también me abrieron los ojos. Era imposible servir a dos amos: tenía que escoger entre Dios y las Riquezas. Estaba claro que esa decisión determinaría mis prioridades.
El año anterior había asistido con bastante frecuencia a unas sesiones de estudio de la Biblia en casa de unos Testigos, donde se analizaba el libro ¿Existe un Creador que se interese por nosotros? a Como resultado, había llegado a la conclusión de que el único que podía solucionar los problemas de la humanidad era nuestro Creador, Jehová. Sin embargo, en la universidad enseñaban que, para hallar sentido a la vida, no hace falta creer en un Creador. Eso me molestó muchísimo. Apenas llevaba dos meses, pero dejé las clases y decidí invertir más tiempo en mi relación con Dios.
Algo que me motivó a cambiar mi estilo de vida fue el texto de Proverbios 3:5, 6: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas”. No había doctorado, riquezas ni prestigio comparables a conocer mejor a nuestro amoroso Dios. Cuanto más aprendía acerca del propósito divino para la Tierra y del sacrificio que hizo Jesús al morir por nosotros, más quería dedicar mi vida a Dios. Finalmente me bauticé como testigo de Jehová en abril de 2003. A partir de ahí fui simplificando mi vida.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:
Mi amistad con Dios no tiene precio. Ahora que lo conozco, siento verdadera paz interior y felicidad. También disfruto mucho con la compañía de sus siervos fieles.
El estudio de la Biblia y las reuniones cristianas continúan saciando mis ansias de aprender. Además, me encanta hablar de mis creencias a otros. Por eso, he hecho de esta labor mi carrera en la vida y, desde junio de 2008, sirvo como evangelizadora de tiempo completo. Así contribuyo a que la vida de las personas mejore y les doy la oportunidad de vivir en un mundo maravilloso en el futuro. Nunca antes me había sentido tan feliz ni satisfecha. Le estoy muy agradecida a Dios, pues por fin mi vida tiene verdadero propósito.
“La muerte de mi amigo me traumatizó” (ROMAN IRNESBERGER)
AÑO DE NACIMIENTO: 1973
PAÍS: AUSTRIA
OTROS DATOS: AFICIONADO AL JUEGO Y LAS APUESTAS
MI PASADO:
Nací en el seno de una familia católica en la pequeña ciudad de Braunau (Austria). Era una zona de clase acomodada y no había mucha delincuencia.
Recuerdo que una tarde de 1984, cuando tenía 11 años de edad, ocurrió algo que marcó mi vida. Uno de mis mejores amigos, con quien había estado jugando al fútbol poco antes, murió en un accidente de tránsito. La muerte de mi amigo me traumatizó durante años. No podía dejar de preguntarme qué nos ocurre al morir.
Cuando dejé la escuela, me puse a trabajar de electricista. Al poco tiempo me aficioné al juego y las apuestas. Y aunque arriesgaba grandes sumas de dinero, no pasaba dificultades económicas. También dedicaba mucho tiempo a los deportes y a la música heavy metal y punk. Llevaba una vida inmoral y me la pasaba de discoteca en discoteca y de fiesta en fiesta. Hacía todo lo que quería; aun así, me sentía vacío.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA:
En 1995, un testigo de Jehová de edad avanzada llamó a mi puerta y me ofreció un libro basado en la Biblia que contestaba la pregunta “¿Qué sucede cuando uno muere?”. Lo acepté porque todavía me angustiaba la trágica muerte de mi amigo. Y no solo leí el capítulo que contestaba esa pregunta, sino el libro completo.
Además de encontrar respuestas a mis preguntas sobre la muerte, aprendí muchas otras cosas. Al haber sido criado en el catolicismo, mi fe giraba alrededor de Jesucristo. Sin embargo, gracias al estudio profundo de la Biblia, también desarrollé una estrecha amistad con el Padre de Jesús, Jehová Dios. Me entusiasmó descubrir que Dios no es reservado ni distante con sus siervos. Al contrario, se da a conocer claramente a todo el que lo busca (Mateo 7:7-11). También aprendí que tiene sentimientos y que siempre mantiene su palabra. Esto último hizo que me interesara en saber cómo se han cumplido las profecías bíblicas. Lo que aprendí fortaleció mi fe en Dios.
Pronto me di cuenta de que los Testigos eran los únicos que yo conocía que se esforzaban por ayudar a la gente a entender la Biblia. Anotaba todos los versículos bíblicos que se mencionaban en sus publicaciones y luego los buscaba en mi Biblia católica. Cuanto más investigaba, más convencido me quedaba de que había hallado la religión verdadera.
En la Biblia también aprendí que Jehová espera que yo obedezca sus normas. Cuando leí Efesios 4:22-24, comprendí que tenía que abandonar mi “vieja personalidad”, moldeada según mi “manera de proceder anterior”, y vestirme de “la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios”. De inmediato decidí abandonar mi estilo de vida promiscuo, así como todo lo que fomentaba el materialismo y la avidez, como el juego y las apuestas (1 Corintios 6:9, 10). Claro está, para lograr todos esos cambios, debía renunciar a mis antiguas amistades y hacer amigos que tuvieran mis mismos principios.
Esto no fue nada fácil. Pero encontré los amigos que buscaba cuando comencé a asistir a las reuniones de la congregación local de los Testigos. Al mismo tiempo seguí estudiando la Biblia y meditando en lo que aprendía. Poco a poco fui cambiando mis gustos musicales, mis metas en la vida y mi aspecto. En 1995 me bauticé como Testigo.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:
Ahora tengo un punto de vista más equilibrado sobre el dinero y los bienes materiales. También he aprendido a controlar mi carácter y a no perder los estribos con tanta facilidad como antes. Además, ya no me angustia el futuro.
Estoy muy contento por pertenecer a un grupo internacional de personas que sirven a Jehová. A pesar de los diversos problemas a los que se enfrentan, veo que permanecen fieles a Él. Me alegra poder decir que ahora mi prioridad no es satisfacer mis deseos, sino servir a Jehová y hacer cosas buenas por los demás.
“Al fin mi vida tiene sentido” (IAN KING)
AÑO DE NACIMIENTO: 1963
PAÍS: GRAN BRETAÑA
OTROS DATOS: DECEPCIONADO DE LA VIDA
MI PASADO:
Nací en Inglaterra, pero cuando tenía unos siete años mi familia se mudó a Australia, a una zona turística de Queensland llamada Gold Coast. Aunque no éramos ricos, nunca nos faltó nada.
Pese a que siempre tuve lo necesario, no era feliz. Estaba decepcionado de la vida. Mi padre era alcohólico, y yo sentía poco cariño por él. No me gustaba que bebiera tanto ni que tratara mal a mi madre. Fue solo después de muchos años, cuando me enteré de lo que había sufrido en el ejército mientras servía en lo que hoy es Malasia, que empecé a comprender por qué actuaba así.
En mi adolescencia, comencé a beber. A los 16 años dejé la escuela y me alisté en la Marina. Durante ese período, probé algunas drogas, me envicié con el tabaco y me convertí en un alcohólico. De emborracharme solo los fines de semana pasé a emborracharme todos los días.
Tendría unos 20 años cuando me entraron dudas sobre la existencia de Dios. “Si existe —razonaba—, ¿por qué permite que suframos y que muramos?” Hasta compuse poemas culpando a Dios por la maldad que veía en el mundo.
A los 23, abandoné la Marina. Tuve varios empleos y viajé un año por el extranjero, pero mi desilusión con la vida seguía ahí. No tenía metas ni aspiraciones. Nada me inspiraba. No le hallaba sentido a esforzarme por tener una casa, un buen trabajo o alcanzar un puesto mejor. Solo quería beber y escuchar música.
Todavía me acuerdo del momento exacto en que sentí con mayor intensidad el deseo de encontrar un propósito en la vida. Estaba en Polonia, visitando el infame campo de concentración de Auschwitz. Había leído sobre las atrocidades que se cometieron allí, pero cuando vi con mis propios ojos aquel enorme campo, me sobrevino una gran tristeza. Me costaba entender cómo los seres humanos podían llegar a ser tan crueles. Mientras caminaba por el campo —con lágrimas rodándome por las mejillas— me preguntaba: “¿Por qué, por qué?”.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA:
En 1993, tras volver del extranjero, traté de encontrar respuestas en la Biblia. Poco después, dos testigos de Jehová llamaron a mi puerta y me invitaron a una asamblea que se celebraría en un estadio cercano. Decidí asistir.
Hacía unos meses había ido al mismo estadio para ver un partido, pero esta vez el ambiente era completamente distinto. Los Testigos eran amables e iban bien vestidos, y sus hijos sabían comportarse. En el intermedio ocurrió algo asombroso: cientos de Testigos comieron en el campo de juego, pero, cuando regresaron a sus asientos, no quedó ni un solo papelito en el suelo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue que todos se veían contentos y en paz, precisamente lo que yo anhelaba. No recuerdo ninguno de los discursos que se pronunciaron, pero la conducta de los Testigos se grabó para siempre en mi memoria.
Esa misma noche recordé que mi primo, quien conocía la Biblia y había estudiado distintas religiones, me había dicho años atrás que, según Jesús, uno podía reconocer a los verdaderos cristianos por sus frutos, es decir, por sus acciones (Mateo 7:15-20). Me pareció que al menos debía averiguar por qué los Testigos eran tan diferentes. Por primera vez en la vida sentí un poco de esperanza e ilusión.
La semana siguiente, las Testigos que me habían invitado a la asamblea volvieron a visitarme. Me ofrecieron un curso bíblico, y lo acepté. También comencé a asistir a las reuniones cristianas.
Conforme estudiaba la Biblia, mi opinión de Dios cambió por completo. Aprendí que él no es culpable de la maldad y del sufrimiento, y que se siente herido al ver que la gente hace cosas malas (Génesis 6:6; Salmo 78:40, 41). Me prometí a mí mismo que haría todo lo posible por no causarle dolor. Más bien, quería alegrar su corazón (Proverbios 27:11). Dejé el cigarrillo, la bebida y toda práctica inmoral. Finalmente, en marzo de 1994, me bauticé como testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:
Estoy feliz y satisfecho. Ya no ahogo mis penas en alcohol. Si algo me preocupa, lo dejo en manos de Jehová (Salmo 55:22).
Llevo diez años casado con una preciosa Testigo llamada Karen, y tengo una hijastra maravillosa que se llama Nella. Los tres dedicamos mucho tiempo al ministerio cristiano y ayudamos a otras personas a aprender la verdad acerca de Dios. Al fin mi vida tiene sentido.
a Editado por los testigos de Jehová.
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